En nombre del padre, del hijo, y de George. Amén

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Luego de un día largo de trabajo, era sorprendente como Alex aún tenía las energías para subir las escaleras de dos en dos, abrir la puerta de su apartamento y lanzar su bolso sobre el sofá frente al televisor. La cafetería había estado más concurrida de lo normal, lo que le dio a Alex un extra en propinas, y una variedad de combinaciones de cafés que a lo mejor y necesitaba probar.

Uno de estos días debía invitar a Eliza a que lo acompañara a cumplir aquello de la nueva lista que estaba formando en ese momento en su cabeza.

—¡George! —llamó solo para ver si estaba o no en el apartamento, saber que estaba saliendo con Samuel al menos le daba una noción de dónde podía estar—. ¡George! ¡Es la última vez que te llamo!

De la encimera, cogió una cantidad desmedida de sobres que habían estado acumulándose conforme las facturas al apartamento comenzaron a llegar. Era una completa colección de la vida neoyorquina que Alex había aspirado desde que partió de su isla: varios panfletos publicitarios, cupones expirados de hace dos meses, anuncios de Columbia y llamadas a colaborar a la recolección de ropa usada para los indigentes.

Al ver lo último, a Alex se le ocurrió separar unos cuantos pantalones que había dejado de lado por la nueva ropa que Wash había comprado para él; sin embargo, al ver que el evento se había hecho hace un mes, dejó de lado el papel.

—Maldita sea, Alexander, ¿es que no puedes parar de gritar? —George le reclamó al salir de su habitación—. ¿Qué quieres? ¿Quién se murió?

—Mis propinas si mi sugar daddy no se apura en pagar todas estas facturas —levantó el fajo de facturas, ondeándolas en el rostro de desagrado que George había puesto al mover el bolso que Alex había tirado en el sofá—. En serio.

—Alexander, a ver, cómo te lo explico. Hay algo llamado facturas electrónicas, que llegan cuando necesitas pagar algo y que se pagan transfiriendo dinero...

—Ese tono condescendiente, George... —Alex se cruzó de brazos al mismo tiempo que George cruzaba sus piernas y se acomodaba en el sofá—. Hablas con el inventor del sistema financiero estadounidense.

—Bueno, entonces consíguete otro sugar que te pague las cuentas.

Alex rodó los ojos. Estuvo a nada de responder las acusaciones de George con un comentario sarcástico que le sacaría ventaja como siempre lo hacía, hasta que se dio cuenta del último sobre de la pila. A lo mejor llevaba unos dos meses o más por las fechas de los demás papeles que dejó en la encimera.

En sus manos quedó un simple sobre en blanco que al voltearlo tenía una estampilla de un colibrí. El colibrí era un zumbador crestado, lo decía en el dorso de la estampilla, en la esquina contraria de donde podía leer "Nevis" en mayúsculas.

Entonces se sintió tan liviano que se creyó capaz de alzarse en el aire y flotar en el cielo raso de su apartamento.

Nevis era donde su hermano estaba.

Y el sentimiento de estar volando simplemente se multiplicó al leer el nombre del destinatario: James Hamilton.

Ya no importaba su necedad de no querer una fiesta de cumpleaños hace semanas, ni el vacío con el que se había ido a dormir esa noche por la falta de noticias de James, mucho menos la decepción por no haber recibido un mensaje de feliz cumpleaños de él. Leer el nombre de su hermano en el frente de un sobre le había devuelto el sentido inicial a Nueva York.

—Hey, Tierra llamando a Alexander, ¿te diste cuenta de que es imposible que puedas conseguir un sugar por ti solo o qué?

—Shhhhhhh... —Alex levantó su mano en el aire, con aquel gesto le estaba pidiendo tiempo extra para procesar lo que esa carta significaba.

Pasado Imperfecto - TDA #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora