Tú. Yo. Alexander.

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Se había levantado con cara de pocos amigos, como si en medio de la noche un tractor lo hubiera aplastado sin compasión, menos ayudaba que había puesto el despertador temprano porque de ninguna forma hoy se le escaparía George. Necesitaba hablar con él y sacarle toda la verdad. Aunque en su contra también estaba la voluntad de verse presentable.

—Okay, esto tiene que ser rápido y sencillo —se habló así mismo en el espejo del baño, el mismo que goteaba un poco—. Tampoco queremos que se sienta incómodo.

Con la toalla en sus manos se secó el cabello, para luego mojarse la cara y esperar que las prominentes ojeras, que colgaban debajo de sus párpados, se difuminaran un poco.

Los sueños de esa noche mucho menos habían ayudado para que su horario de sueño se mantuviera estable. Eso y que la esperanza perdida durante la noche había resurgido entre las cenizas al igual que un ave fénix, solo esperaba que no volviera a morir y esta vez de forma definitiva.

—¡Buenos días! —se anunció en la sala, poniendo sus dedos en forma de pistola, pasando por la cocina y alargando el saludo por si no había sido escuchado en primer lugar— Espero que tu amigo esté en su cama y no en la tuya.

—¿Algún problema si sigue aquí? —la voz de George sonó calmada y neutral, él leía una revista sentado en una de las nuevas sillas altas de la cocina, lo vio de reojo y volvió a atender sus asuntos.

—El apartamento es de dos, no de tres.

—Puede ser de uno si sigues molestando —George susurró sin mirar a Alex.

—Está bien, no puedo culparte por algo que me dijiste cuando acordamos que vivirías aquí.

—¿Se podría saber por qué interrumpes mi desayuno? —dejó su revista a un lado, haciéndola sonar contra el mesón y levantó ambas cejas.

—No sabía que cocinaras —le dio un gran mordisco a uno de los panes que estaban en el plato de George.

—Lo ordené y eso —se estiró para quitarle el pan— era mío. Ya quédatelo.

—¿Sabes qué aún no entiendo?

—¿Por qué tu cerebro tiene el tamaño de una nuez? ¿No era eso?

—Ignoraré eso —se dio la vuelta y buscó en el refrigerador algo para tomar, suspiró—. ¿Es... es tu primera vez en Nueva York?

—He venido por algunos asuntos. ¿Y esa pregunta?

Alex decidió no darle explicaciones y aprovechar ahora que no lo podía ver a la cara para pisar el acelerador hacia sus dudas.

—¿Y a Valley Forge? ¿Has estado por allá?

—¿Volvimos con el interrogatorio? Pensé que habíamos superado esa fase, Alexander —resopló moviendo la cucharita en la taza de té que tenía.

—Puedes simplemente llamarme Alex. Así es como me dice todo el mundo —sacó la leche y se sirvió un vaso.

—Bien, "Alex", por Lady Gaga que anda descansando en su mansión, ¿podrías desaparecer? Quiero terminar de desayunar sin armar ningún proceso judicial.

—En realidad pareces alguien que no queda satisfecho con cualquier migaja —y no estaba hablando del pan.

—¿Y tú cómo sabes que alguien "no queda satisfecho"?

—Mi experiencia habla por sí sola, pero si necesitas a alguien para digerir tu comida. Soy el indicado —lentamente pensaba que estaba lográndolo, quizá si presionaba un poco más, obtendría lo que quería.

Sin embargo, la risa que salió del fondo de la garganta de George lo sorprendió, al igual que su reacción que fue negar mientras trataba de pronunciar alguna frase coherente. No era para nada estruendosa, sino que se asemejaba más a una melodía de esas tocadas en las cortes británicas del rey.

Pasado Imperfecto - TDA #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora