Malas noticias (Cap. 2)

219 39 35
                                    



Eva

—Eyyyy, ¿cómo está mi perra ricachona? —pregunta Lena en cuanto respondo a su llamada.

—Muy bien, un poquito más ricachona que ayer, pero un poquito menos que mañana —respondo con guasa.

—¡Así me gusta! Oye, ¿nos vemos el domingo? Primera reunión del año de «las reinas» en mi casa.

—Sí, no faltaré —aseguro sonriente y contenta al visualizar ese rato con mis tres mejores amigas.

—Te quiero, ¡feliz primer viernes del año!

—Igualmente, pelirrosa.

Cuelgo y me quedo un minuto revisando las redes sociales. Le pongo like a publicaciones que han hecho mis amigas y, luego, vuelvo a concentrarme en el gráfico que estoy controlando en mi portátil. Si se cumple mi previsión, voy a hacer un movimiento arriesgado.

Bebo de mi café y no quito ojo de la pantalla. Aparece una vela* al alza. ¡Bien! Tres más como esa y le meto a esa cripto con todo.

Una hora más tarde, no solo se cumple mi previsión, sino que el movimiento arriesgado que hago, me supone un beneficio mayor del que pensaba.

¿Pero qué diablos está pasando con mi suerte? ¡Tengo que haber pisado una mierda de las grandes! Si no, no se explica.

Con esos datos, el viernes por la tarde me voy a nadar. Es eso, o pegarme una sesión de sexo desenfrenado con mi amigo especial. En esta ocasión he preferido el agua. Ese silencio que lo inunda todo en cuanto te sumerges, no se paga con nada. En el agua parece que mis preocupaciones se diluyeran, como si fueran perdiendo peso hasta desaparecer.

Salgo después de cincuenta largos, siendo una persona nueva. Mi paso por el jacuzzi y una ducha bien fría terminan de reequilibrarme hasta los chacras. Además, en la sauna turca coincido con un chico la mar de guapo, ¡y me hace ojitos! Ese coqueteo inesperado me hace replantear si será momento de ampliar mi «agenda» y añadir a algún amiguito nuevo en ella. ¡Me gustaría!

Por suerte, la noche del viernes duermo bastante bien y el sábado dedico el día a mi piso, haciendo una buena limpieza y orden profundo.

En diciembre me marqué como propósito para año nuevo desconectar del trabajo, de internet, y de las redes sociales durante el fin de semana. ¡Se me iba de las manos! Cuando no estaba mirando la plataforma online en la que tradeo, estaba revisando tweets que pudieran afectar a las criptos, leyendo noticias de economía o buscando posts de compañeros gestores en Instagram. ¡No paraba!

Así que tomé la decisión de hacer un parón; como la bolsa, que cierra el viernes y vuelve a estar operativa el lunes. Pues yo lo mismo. ¡Y eso que con las criptos no hay parón que valga! ellas siguen su curso 24/7 durante los 365 días del año. He pensado que, si hay eventos importantes —y puntuales— que puedan suponer un cambio drástico en su evolución o mover dramáticamente su valor, entraré para controlarlo, pero a modo de excepción y no como parte de la norma. Como norma, mis fines de semana —ahora— son para mí y para desconectar. Lo necesito.

El sábado por la tarde me quedo dormida en el sofá y, cuando me despierto, me doy cuenta de que se ha hecho tarde y ya no llego a la sesión de terapia que tenía programada. Eso sí, el domingo no me pierdo la reunión de «las reinas» por nada del mundo, ¡es mi otra terapia!

—¡Empieza Eva! —propone Iris señalándome y pensándose una pregunta—. ¡Cuéntanos cuánto dinero has perdido esta semana! —lo pide con la clara intención de picarme para que le diga lo contrario.

Estamos las cuatro sentadas en el suelo de su comedor, rodeando la mesita rectangular que tienen delante del sofá.

—He ganado mucha pasta esta semana —reconozco con una mezcla de orgullo y timidez.

Seducción encriptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora