Todo al rojo (Cap. 7)

193 40 39
                                    


Eva

—¡Joder! ¡Uno a cero! —recuenta Equis haciendo alusión a algún tipo de marcador imaginario entre él y yo.

¡Cada vez me gusta más nuestro juego! —sea el que sea—. Y todavía más si acabo de marcar el primer punto y voy ganando.

—¿Te puedo preguntar algo directo yo a ti? —pregunto en modo jugadora que quiere llevarse su segundo punto cuanto antes. Él responde que sí con demasiada seguridad—. ¿Cuántas posibilidades crees que tenemos de acabar hoy de ese modo?

—No sé nada de posibilidades. Pero te puedo hablar de ganas, de las mías concretamente. Joder, Uve, ¡me estás poniendo a mil!

Una fugaz caída de ojos hacia su entrepierna me acaba de aclarar que estamos hablando de erecciones. Hemos llegado a este punto. No soy capaz de frenar mis ojos recorriendo en descenso su anatomía hasta divisar el bulto que se le marca en los tejanos.

Desvío la mirada hacia mi copa y vuelvo a morderme los labios porque la imagen de su miembro creciendo está haciendo que mi vagina arda en un fuego abrasador de deseo que me descontrola hasta los mecanismos de seguridad. ¡Y eso no puedo permitírmelo! Y aún teniendo eso claro, suelto lo siguiente de forma directa, sin pensarlo demasiado, y siendo muy Eva.

—¿Tienes muchas ganas de jugar al póker?

¿Y los mecanismos de seguridad dónde han quedado?

¡Lejos, cada vez más lejos!

Equis se parte de risa, una risa genuina y espontánea. Es tan bonita y auténtica que se me hace adictiva.

—Si eso es un eufemismo de tener sexo, o el nombre de una postura para hacer que te corras tal como has dicho, ¡SÍ! ¡Estoy deseando jugar al póker contigo! —grita aceptándolo muy sincero y varias personas de nuestro alrededor nos miran curiosas—. Si te refieres a quedarnos un par de horas en el casino alargando los preliminares, ¿quizá soy un poco masoca? porque también me atrae mucho esa idea —cuestiona con cierta ¿vulnerabilidad? En la mirada y observándome curioso por ver qué respondo.

Choco mi hombro contra el suyo en un gesto cómplice.

—No eres masoca. Lo que eres, es un jugador de los buenos —reconozco con admiración sincera—, y no hablo del póker, que seguro que también.

—¿Sabes eso que dicen de que entre jugadores nos reconocemos? —Asiento muy divertida y en completa sintonía con él—. Pues se nota que tú y yo nos hemos cogido el número enseguida.

—Eso parece, Equis. ¡Eso parece!

Nos bebemos el resto de la copa hablando de estrategias de póker. El tío tiene un montón y de las cuales solo conozco algunas. Pienso en Marc y en lo mucho que admiro su forma de jugar. Parece una tontería, pero es algo que me atrae mucho en un hombre. Para mí el juego, las estrategias y la psicología al apostar, me dicen tanto de una persona, que resulta decisivo para que alguien me atraiga del todo.

—¿Entonces, qué? ¿Vamos a una mesa y echamos un par de partidas? —propone Equis al terminar su copa.

—¡Sí!

—Pero, dime una cosa: ¿vas a seguir jugando conmigo mientras tanto?, ¿o tienes que concentrarte mucho en las cartas?

Me río mucho tras dar el último sorbo de mi copa.

—Haré lo que pueda.

—No me decepciones —pide muy teatral haciéndose el serio; reímos juntos de camino a la zona de póker.

Seducción encriptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora