Equis lo protagoniza tutti (Cap. 10)

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Eva

—Sería así si no fuera porque la respuesta que espera mi seguro de vida, no es tan sencilla como un «todo está bien» —respondo rezumando orgullo hacia mí misma y mis estrategias de seguridad personal—. Tenemos frases clave ya acordadas que, aunque signifiquen a simple vista un «estoy bien», son en realidad un «envía a la policía YA»

Equis me mira sorprendido y con cierta admiración. Me da la sensación de que se sorprende cada vez que le demuestro que no soy solo una cara bonita y hay inteligencia además de belleza en este cuerpecito mío.

—Muy bien, Uve. ¡Muy bien! Nada que decir entonces.

Me pongo el casco y me subo tras él en su moto.

—Ah, por cierto, te he traído una cosa —comenta sacando algo de su bolsillo. Me lo da y, cuando lo analizo un poco, caigo en la cuenta de lo que es.

—¿Esto es para que no te meta mano? —cuestiono divertida probándome los guantes negros tan suaves y bonitos que me ha traído. ¿Y son de Gucci? O son una imitación, o se ha gastado un pastón en hacerme este regalo. ¡Y no parecen una imitación!

—Al contrario, es para que me metas mano y no me congeles con ellas.

—Pero te has pasado, no hacía falta... —comento inquieta al calcular el precio. Diría que trescientos euros mínimo. Puede que cuatrocientos. ¡Ni yo me gasto tanto en unos guantes!

Equis hace un gesto negando como si eso no fuera nada.

Me río y hago justo lo que ha dicho: meter mis manos enfundadas en ellos por debajo de su chupa y apoyarlas sobre su jersey a la altura de su abdomen. Un abdomen duro y trabajado. Ummmm... ¡qué visión me viene a la mente! Lo recuerdo en medio de la suite, a mi merced. Sin camisa, con esos tatuajes tan intrigantes a la vista... ¡Dios! Me habría gustado fotografiarlo.

Cuando Equis arranca la moto, la mierda de realidad que he vivido esta semana —ese nubarrón oscuro que me ha tenido rodeada todos estos días— se va quedando atrás, cada vez más lejos. Me voy relajando y sintiendo mejor a cada minuto que pasa.

Equis cruza la ciudad en dirección a las afueras y, cuando salimos del núcleo urbano, nos mete en una carretera secundaria que pasa entre unas montañas, allí aprovecha para meter gas a fondo.

¡Que no termine nunca este paseo!

¡Qué sensación tan alucinante resulta del combo velocidad, libertad y buena compañía!

Además, me encanta cómo conduce mi compañero de terapias, cómo me va lanzando miradas provocadoras por el espejo retrovisor, cómo presiona mis brazos instándome a que me agarre a él más estrechamente, ¡todo!

Cuando nos dirigimos de nuevo hacia la ciudad, el cielo está cambiando de colores y es todo un espectáculo. El aire es cada vez más frío pero ni eso apacigua el entusiasmo que tengo encima. ¡Me pido un paseo de estos para cada semana! Me iría de perlas.

Para cuando aparca en mitad de una calle del centro, ¡estoy tan bien!, que me sorprende incluso a mí misma. Es como si Equis me hubiese alejado de todos mis miedos. ¡Me siento tan capaz de todo...!

No puedo evitar acercarme a Equis en cuanto me saco el casco, regalarle una sonrisa muy sincera y transmitirle mi gratitud.

—Gracias. ¡Me ha encantado el paseo!

Él responde con una sonrisa enorme y un brillo en sus ojos muy genuino.

—Cuando quieras repetimos. Es mi vía de escape —confiesa pensativo—. Siempre que tengo que pensar, o dejar de pensar: gasolina, velocidad y conducir sin rumbo.

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⏰ Última actualización: Apr 28, 2022 ⏰

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