Pensaba que moría (Cap. 5)

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Eva

El chico nuevo se acerca en dos zancadas veloces y pone su mano en mi espalda. Me observa con atención analizando la situación mientras yo lucho por mi vida entre tosidos desesperados.

—¿¡Estás bien!? —pregunta muy asustado. Su voz es tan grave, rasgada y potente, que si no estuviera al borde de la muerte, me estremecería.

Asiento mientras sigo tosiendo sin descanso y no parece que lo convenza demasiado. Alicia me tiende un vaso de agua y, cuando consigo dar algunos sorbos, parece que el chicle baja, ¡gracias a Dios!

Pensaba que moría. ¡Lo he visto cerca, uffff!

—¡Estoy bien! —aclaro en voz alta cuando veo que toda la sala me está mirando alarmada. Finalizo el numerito con lágrimas en los ojos de tanto toser—. Se me ha ido el chicle para atrás y casi me ahogo —aclaro abochornada.

—¡Hostia!, ¡qué puto susto! —suelta muy visceral el chico a la vez que deja de tocarme para ponerse una mano sobre el pecho, recuperándose realmente de un buen sobresalto. Luego resopla muy fuerte, como si hiciera un esfuerzo profundo por calmarse, y se vuelve para terminar de colocar bien su silla entre Luna y Fresa.

Me aguanto la risa al verlo tan preocupado por mi vida, sin conocernos de nada, ¡es gracioso cuanto menos! O quizá son los nervios que tengo encima, que me hacen reír por todo.

Y, por cierto, ¿de dónde ha salido este espécimen superior? En el reparto de atractivo, este individuo se puso las botas. ¡Qué cosa tan exagerada, joder! ¡Y qué injusto para el resto de mortales!

Dios mío, en cualquier comparación física que pueda hacer con este hombre, ¡todos pierden!

—Ahora que ya estamos todos, ¿comenzamos? —propone Alicia con una gran sonrisa mirándonos uno a uno a su alrededor—. Me gustaría empezar la sesión dando la bienvenida a un nuevo integrante en el grupo —propone dirigiendo su mirada al chico nuevo. Aprovecho para volver a mirarlo un poco más, ¡menudo magnetismo! A la que lo miro, me cuesta apartar la mirada de él.

Es jóven, de mi edad supongo; moreno, alto, de complexión fuerte, ¡muy fuerte! Su rostro tiene rasgos duros y marcados, están enmarcados con una barba corta de lo más sexy. Su mirada es oscura y la sonrisa es tan carismática que hasta se me encienden las alarmas de peligro de fondo. ¡Bah!, ¡esas se me encienden por todo.

Me pilla repasándolo —o comiéndomelo— con la mirada y aún se oscurecen más sus ojos.

¡Jolín! No tenía previsto sentirme tan perturbada ante la presencia de nadie. ¡Adiós a mi hora de introspección pausada y en calma!

—Hola a todos —saluda él forzando una sonrisa que no sale de modo natural. No parece estar muy alegre—. Gracias por aceptarme en el grupo.

¿Y ese deje en su acento es... italiano? ¡Ufff!. ¡Lo que me faltaba! He sobrevivido al chicle de sandía y voy a morir por combustión interna. ¡Esto es lamentable! ¡Muy lamentable!

—¿Tu nombre en clave para dirigirnos a ti? —pregunta Alicia con mirada divertida.

—No lo he pensado... —repone él, pensativo.

—Te voy a decir el nombre en clave de tus compañeros, a ver si te inspiras —propone Alicia y comienza a nombrarnos uno a uno señalándonos en sentido de las agujas del reloj—. A tu lado está Luna, después tenemos a Uve —hago un leve saludo con la cabeza y él me responde con una mirada interesada que podría calcinar a cualquiera. Mientras, Alicia prosigue con las presentaciones—, esta es Martes, yo soy Alicia, este es Gato, aquel es Blanco y ella es Fresa. ¿Se te ocurre algo? Si no, puedes pensarlo para el próximo día.

Seducción encriptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora