Lo quiero muerto (Cap. 4)

180 38 54
                                    



Adriano


Salvaje. Así es el ritmo con el que embisto a Mía desde atrás contra un mueble que amenaza con quebrarse en cualquier momento.

Mía no deja de gemir, de resoplar, ni de empujar su culo de corazón contra mi cuerpo, buscando más y más impacto. Enredo un mechón de su melena rubia y tiro de él, provocando que eche la cabeza atrás y pueda ver su expresión de deleite. Hago que gire más la cara hasta alcanzar sus labios y morderlos, lo cual hace que ella grite de placer. Ese grito me atraviesa la médula y noto que me voy a correr, ¡es inminente!

No me freno ni intento resistirlo. Estoy agotado, sudando y deseando terminar. En cuanto noto que mis huevos se contraen, estallo en una pérdida de la consciencia y del control casi absolutos; ralentizo los embistes para vivir a fondo las sensaciones.

—¡Joder, Mía! —me quejo entre espasmos orgásmicos—. ¡Qué puto gusto es follarte!

Resoplo extasiado y me paso la mano por el pelo peinándolo hacia atrás. No veo el momento de meterme en la ducha. Mía no deja de mover su culo y refregarse contra mí, pidiendo más.

¡Mierda! La ducha tendrá que esperar.

Salgo de ella, la giro y nuestros labios impactan en un beso húmedo y profundo. Separo sus piernas con una mano y acaricio su coño caliente provocando que Mía reanude su concierto de gemidos frente a mi cara.

Su rostro tiene una belleza y una harmonía tan perfecta que da hasta rabia. Le estrujo las mejillas con la mano libre y le muerdo los labios en cuanto sobresalen por el gesto forzado que le provoco.

—¡Oh, Dios! —masculla entre resoplidos—. ¡Más rápido! ¡Uhmmmmm!

La follo con dos dedos concentrado en que se corra, quiero acabar cuanto antes con esto. Mía se agarra de mis hombros y me clava las uñas con fuerza a la vez que me muerde el cuello.

—¡Eh!, córtate un poco, Mía, ¡ya sabes que odio eso! —pido apartando molesto mi cuello de su boca.

Mía me transmite una disculpa con la mirada antes de cerrar los ojos y abandonarse de nuevo al placer.

El sonido de mi móvil interrumpe y miro hacia la cama intentando ver qué pone en la pantalla.

—Ohhhh... ¡No!, ¡ni se te ocurra! —amenaza Mía en cuanto pierdo el ritmo con el que la masturbaba y me despisto ligeramente—. ¡Acaba conmigo antes de responder!

Cuore mio... —murmuro meloso volviendo la atención a ella y dejando de tocarla—. Tengo que responder esa llamada, sabes que puede ser importante.

Mía exhala fuerte con rabia y se lleva las manos a la cabeza, muy alterada.

—¡Siempre igual! —espeta gesticulando mucho con las manos—. Mucho cuore mio pero, a la mínima, ¡me demuestras que una llamada es más importante que yo! —se aparta de mí de mala gana.

No me esfuerzo por convencerla de lo contrario porque sería inútil. Todos mis hechos refuerzan esa afirmación, así que me centro en ver quién me llamaba y devolver la llamada.

Pronto —responde Aldo al primer tono.

—¿Novedades?

—Malas —anuncia escueto antes de soltarlas y noto lo rápido que se me tensan todos los músculos de la espalda esperándolas—. Nuestro hombre ha encontrado a Haydar en Turquía pero... se le ha escapado.

—¡Me cago en todos sus muertos! —grito a la vez que mi puño impacta contra la pared que da al baño, creando un ruido sordo que recuerda a un crujido algo amortiguado.

Seducción encriptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora