━ forty-two. godric's hallow

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Capítulo cuarenta y dos:
( valle de godric )

EL SILENCIO SIEMPRE HA SIDO el mayor enemigo de Spencer

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EL SILENCIO SIEMPRE HA SIDO el mayor enemigo de Spencer. La mayoría de las veces su mente la lleva a una habitación de oscuridad en la que se siente como si alguien la asfixiara. Siempre trata de asegurarse a sí misma que centrarse en los recuerdos que le dieron la felicidad la ayudará, como le aconsejó una vez Daniel. Sin embargo, eso no hace nada, excepto hacer que anhele volver a ser así. Se mantiene ocupada leyendo libros en cualquier oportunidad que se le presenta, releyendo, recitando, toda esa implicación sólo para poder mantenerse despierta por la noche y no preguntarse si Ricky y Ron están muertos o han sido capturados por los mortífagos. Su mente es completamente peligrosa para ella misma, que a veces quiere hacer que Spencer se golpee la cabeza contra el suelo y espere que las voces se apaguen.
            
Afortunadamente, Harry se da cuenta de cómo se siente y hace todo lo posible por estar cerca de ella sabiendo que eso la hace sentir ligeramente mejor. Como Ricky siempre dormía a su lado, a Spencer no le fue muy bien durante la primera semana. Perdió cinco días de sueño al obligarse a estar despierta la mayor parte del tiempo y sólo dormir una hora de siesta mientras el resto lo desperdiciaba pensando o leyendo. A veces, su visión empieza a volverse un poco borrosa, lo que le hace darse cuenta de que el inicio del insomnio y la forma en que se tortura a sí misma están haciendo más daño a sus ojos.

Harry fue el primero en darse cuenta de ello cuando se despertó en mitad de la noche para encontrarse con una pequeña luz que salía de su varita y con la chica forzando los ojos de par en par. Desde entonces, duerme a su lado con la esperanza de que pueda empezar a recuperar el sueño perdido.

Nadie ha estado bien desde que Ron y Ricky se fueron. Hermione llora hasta quedarse dormida y se despierta siendo completamente muda a no ser que sea para dar órdenes o pedir algo. 

Spencer siempre se dio cuenta de que los dos se gustaban... nunca se dio cuenta de que fuera tanto. Cuando Harry no estaba con ellos, siempre eran Hermione y Ron. Ahora, están separados. Hermione está demasiado rota para funcionar bien. Harry no está mejor. Da la impresión de que no le importa lo que ha pasado, pero en realidad sí le importa. Ron es su mejor amigo, su hermano. El que en el Torneo de los Tres Magos fue Ron quien resultó ser la única persona sin la que Harry no querría vivir.

Spencer está sentada sola con un lápiz muggle en la mano y trozos de pergamino a su alrededor. Tiene el reloj que le regaló Dumbledore al lado, completamente abierto para tomar noción del patrón que le da los números que ahora han disminuido de lo que había sido originalmente. La joven aún no entiende para qué sirven los números, pero no ve nada bueno en ello. En cualquier caso, no hay mucho que pueda hacer en este momento. En su cabeza se cruzan más de cuatro pensamientos diferentes que no la dejan concentrarse porque cuando lo hace es sólo por unos diez segundos antes de que la lleve a uno nuevo que le hace doler la cabeza.

—¿Qué estás... haciendo? —pregunta Harry en un susurro bajo, inclinándose para estar a su lado en medio de los papeles. Sus ojos analizan con curiosidad las palabras y los símbolos que ella ha escrito. Algunos de ellos tienen que ver con los Horrocruxes y la Espada de Gryffindor junto con breves explicaciones de las pesadillas que la mantienen despierta por la noche.

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