VIII. Nuestro Secreto.

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VIII.
Nuestro Secreto.

La brillante luz de la Luna parecía resplandecer más que nunca. Su claridad se hacía presente en el rostro del ex-tejón, iluminando sus pecas y provocando que su profundo y pacifico sueño se desvanezca. Parpadeo varias veces intentando despertar, cuando de pronto sintió algo en su pecho. Abrió los ojos y ellos no podían creer lo que veían. No había sido un sueño, Leía se encontraba junto a él, en esa silenciosa noche que se iba despidiendo, ella estaba junto a él. La pequeña Bissed dormía aferrada a su pecho, con su mano colocada, delicadamente, sobre el corazón del castaño.

Tal vez fue por impulso o porque dentro de él ansiaba volver a rosar su piel, pero Theseus no puedo evitar correr un mechón caído en el rostro de la joven bruja y colocárselo detrás de su oreja.

Él sonrió, no puedo evitarlo. Ya no quería dormir, porque verla acostada en su pecho era la escena más hermosa que jamás había visto y deseaba que el tiempo pudiese congelarse en ese instante.

En cuanto se dio cuenta del significado de su deseo, su sonrisa abandono su rostro.

Están mal y el lo sabía, el y Leia... Allí no podía haber nada y tenía que aceptarlo, pero es solo que a veces el corazón necesita más tiempo para aceptar las cosas que el cerebro y Theseus lo sabía.

Trataba de explicarle a su corazón que el beso que le había dado la bruja, no significaba nada, ella estaba ebria. Lo más probable era que lo hubiera confundido con alguien más.

Él y Leia nunca podrían estar juntos y el castaño lo sabía. Alguien tan buena y pura como ella jamás se fijaría en un hombre mucho mayor que ella con el corazón herido, que como si fuera poco además es su profesor.

Con sumó cuidado de no despertarla, se levantó de la cama y se quedó junto a la gran chimenea mirándola fijamente.

Los sentimientos no son algo que los humanos pueden controlar y dirigir a su antojo, Theseus lo sabía. Sin embargo aunque ya no pueda desaparecer sus sentimientos, si podía ponerles límites... O al menos intentarlo.

Tomo con sumo cuidado a la pelirroja, como si de un recién nacido se tratase, para no despertarla. Se aparecieron en la enfermería, la cuál estaba desierta y la dejo con cuidado en una de las camas más alejada a la puerta de entrada.

Theseus agradeció que nadie se hallará en el lugar, aunque luego de mirar el reloj de la pared no le pareció nada extraño, eran las cuatro y media de la madrugada.

La enfermería era el lugar perfecto para dejar a la Hufflepuff, ya que en su dormitorio sería imposible porque se encontraban las otras chicas y no podía arriesgarse a que alguien los viera. Si alguien se enteraba que una estudiante había pasado la noche en la habitación de un profesor ( un hombre ) sería un escándalo, la reputación de la señorita Bissed sería manchada y era lo menos que Theseus quería.

Antes de partir no pudo evitar detenerse a verla una vez más. La observo por unos minutos y una pregunta rondo su mente

¿No sería correcto borrarles a ambos los recuerdos de aquellos besos que compartieron? Eso sería lo mejor para ambos, ella ya no tendría porque evitarlo como los últimos días y él podría mirarla a los ojos sin recordar a que saben sus labios.

Si, era lo mejor para ambos. El jefe de Hufflepuff saco su varita del su bolsillo de su pantalón y se acercó a ella. Estaba a punto de borrarle la memoria pero cuando llego el momento de pronunciar el hechizo no pudo.

Por más que sabía que era lo correcto, no pudo, el saber que ya no recordaría sus besos lo paralizaba. Su egoísmo no lo dejaba, el saber que luego tendría que borrar de su memoria aquellos besos que provocaron en el un sin fin de sensaciones que jamás había sentido en toda su vida. No podía borrar de el sus labios acariciando los de ella, simplemente no podía borrar ese recuerdos de él y en el fondo tampoco quería borrarlos de ella, aunque supiera no habían significado lo mismo.

Sana mis heridas [Theseus Scamander]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora