Casa de los niños felices

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Poche apareció en mi puerta a las tres en punto, con unos vaqueros ceñidos, una sencilla blusa blanca y una chaqueta de cuero negra. También llevaba sus famosas gafas estilo Aviador, que secretamente me mojaban las bragas.

Ahora íbamos a gran velocidad en su moto, por las calles de Los Ángeles. La costa del océano de California estaba a nuestra izquierda a medida que nos alejábamos más y más del centro de la ciudad. No sabía a dónde íbamos (Poche no me lo quiso decir, ni siquiera con la promesa de una mamada donde ella eligiera. Sí, apelé de esa manera) pero confiaba plenamente en esa loca que conducía como una auténtica loca, buscando la muerte.

Dejamos atrás la costa y entramos en una zona más suburbana de la ciudad. Había casas y más casas de clase media por donde pasábamos, y yo empezaba a preguntarme a dónde íbamos realmente, hasta que se detuvo frente a una casa enorme, toda pintada en tonos rosas y azul bebé. Encima de la puerta de entrada, había un letrero todo en oro que decía “CASA DE LOS NIÑOS FELICES

En cuanto aparcó la moto, me bajé y me quité el casco, mirando a mi alrededor. La casa estaba protegida por una pequeña valla blanca, que tenía una pequeña puerta de madera (también blanca) que llevaba directamente a la puerta de entrada. La hierba verde cubría todo el espacio y terminaba ante la valla blanca, dejando sólo un camino de piedra en el centro, donde estaba la puerta.

- Poche… ¿Qué es este lugar? – pregunté, entregándole el casco, sin apartar la vista de este lugar tan... Acogedor.

- Es el lugar donde tu sonrisa se multiplica por mil. – dijo simplemente, poniendo el casco dentro del compartimento de la moto y cogiendo mi mano. – Vamos, te presentaré el lugar que me hace más feliz en todo el mundo.

Abrió la pequeña puerta blanca y me dejó entrar primero, antes de seguirme. Tomando mi mano, atravesamos el camino de piedra y subimos dos escalones, hasta llegar a la puerta de entrada. Pensé que llamaría a la puerta, o que pulsaría algún timbre, pero para mi sorpresa simplemente giró el pomo y entró, llevándome con ella.

En pocos minutos, casi una decena de niños salieron por la puerta y corrieron hacia ella, abrazándola.

- ¡Tía Poche, qué bien que hayas venido a vernos!

- Te echamos de menos.

- ¡Te dije que nunca nos dejaría!

- Pensé que ya no volverías, Dios mío, la tía Poche ha vuelto.

Eran tantos los que hablaban y sonreían al mismo tiempo, que lo único que pude hacer (además de estar increíblemente asombrada) fue sonreír. Había chicos y chicas y otro grupo apareció unos minutos después. Poche sonrió y abrazó y besó a cada uno de ellos. Sus ojos brillaron al mirarme.

- Chicos, tranquilos. Tengo que presentarles a alguien muy especial. – dijo, tomando mi mano. – Saluden a la tía Daniela.

- ¡Hola, tía Daniela! – dijeron al unísono.

- Hola, mis amores. – Hablé, sonriéndoles ampliamente.

- Daniela, estas personitas de aquí. – sonrió y guiñó un ojo, recibiendo como respuesta varias sonrisas infantiles. – Son mi familia. La parte más importante de mí y de lo que soy.

- Ay, tía Poche… - una pequeña niña, que no podía tener más de cinco años. Era rubia y tenía una expresión encantadora mientras se acercaba a Poche.

Sólo tuvo que tenderle los brazos una vez y pronto estuvo en su regazo. Y me miraba con curiosidad.

- Ella es muy hermosa. – Le susurró a Poche. - ¿Eres la novia de la tía Poche?

ESTRELLA PORNO (caché) {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora