Una última vez.
...
Poche soltó mi boca rápidamente, sólo para cargarme y dirigirse hacia las escaleras. Cuando se acercó, su boca atacó mi cuello, haciéndome unos chupetones que seguramente me dejarían marcas durante al menos una semana. ¿Pero a quién le importaba? Ya era suya, una marca más o menos no haría ninguna diferencia.
Cuando por fin llegamos a su habitación, me tiró en la cama y me quitó rápidamente las sandalias antes de poner mi dedo gordo en su boca. Pasó su lengua por encima lentamente, provocando un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo. Yo al menos sabía que era una zona erógena allí, pero ella parecía conocer mi cuerpo como nadie. Cuando lo mordisqueó, una descarga se instaló en mi clítoris, haciéndome gemir y echar la cabeza hacia atrás.
Todavía estaba inmersa en esa sensación cuando me levantó el vestido y me quitó las bragas, para luego abrirme las piernas y dejarme totalmente expuesta ante ella. Estaba desnuda de cintura para abajo y nunca me había sentido tan mojada por tener las piernas abiertas delante de alguien como ahora.
Lentamente, Poche recorrió con su nariz toda la parte interna de mi muslo, primero uno y luego el otro. Sentí que su lengua mojaba toda mi ingle y se paseaba lentamente por mi montículo de Venus.
- He estado deseando como loca volver a probar este dulce coñito, conejita.... - murmuró.
Me apoyé en los codos y la vi recorrer con sus labios toda la longitud de mi intimidad, desde la abertura hasta mi clítoris. Su toque es tan ligero como una pluma, pero provoca un doloroso placer en mi centro.
- Hum, rico... - gimió, pasándose la lengua por los labios, mojados por mi excitación. - Incluso más delicioso que la última vez que te probé... Te la voy a chupar tan fuerte y tan sabroso, Daniela, que me vas a rogar que nunca salga de tu cama ni de tu vida.
Sólo tuve tiempo de tomar mi siguiente respiración y luego, sentir todo lo que ella podía darme. Pasó su lengua lentamente por mi clítoris, de arriba abajo, moviendo mi duro y excitante nervio, haciéndolo aún más húmedo por su saliva. Un escalofrío de placer se apoderó de todo mi cuerpo y abrí aún más las piernas, para que tuviera todo el espacio posible para saborearme y chuparme.
Al darse cuenta, sonrió y empezó a chupar mi clítoris sin piedad. Podía sentir cada presión de sus labios, cada lametón de su lengua, cada chupada de mi clítoris, mientras varios gemidos escapaban de mi garganta. Mis dos manos estaban presionadas sobre su cabeza, mientras ella dejaba que su lengua saliera claramente de su boca y lamía todo mi coño, deteniéndose siempre en mi clítoris, castigándolo con su implacable lengua.
Ya podía sentir mis entrañas apretadas y palpitantes, mi orgasmo cercano, mientras mis caderas se movían por sí solas, buscando más y más fricción. Poche sólo tuvo que sujetar mi clítoris rápidamente entre sus dientes para que yo explotara en mil y un pedazos. Al menos, eso es lo que sentí cuando me corrí con fuerza por ella, mi cuerpo temblando en medio de un orgasmo frenético que sólo ella sabía darme.
Lentamente, pasó su lengua por mi abertura, bebiendo todo el semen que solté para ella. Mis pulmones clamaban por aire y mi cuerpo temblaba al menor contacto, pero aun así, ella volvió a chuparme sin piedad, añadiendo dos dedos y metiéndolos dentro. Un profundo gemido escapó de mi garganta y Poche me mordió la ingle, introduciendo sus dedos en mí a una velocidad cada vez mayor.
- Quiero más, conejita. ¡Dame más, córrete más para mí! - rugió, cubriendo de nuevo mi intimidad con su boca.
Antes de que pudiera razonar, mi cuerpo se aceleró. Poche metía sus dedos con fuerza y chupaba mi clítoris con creciente avidez, llamando a mi segundo orgasmo que llegó rápido y con fuerza. Me corrí una y otra vez en su boca, mojando sus dedos y su lengua a medida que se volvía más y más implacable.
