VI

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Jean se encontraba sola en su habitación, estaba sentada con la mirada fija en una silla, cada cosa estaba donde se lo había imaginado, hacían unos treinta minutos desde que su vista había vuelto, al principio todo fue muy brillante pero ahora se daba cuenta que en realidad todo estaba muy poco iluminado, al verse al espejo noto que su cabello ahora era blanco como la nieve y sus ojos ahora eran rojos, su cuerpo había cambiado.


"¿Y ahora qué hago?" Aquella pregunta paseaba por su mente, la cual estaba más que en su lugar, así como cada uno de sus recuerdos, aunque habían otros tantos que aún trataban de incorporarse pese a ser "ajenos".


Se encontraba de la mansión de la jerarca Beneviento, la bendita DONNA BENEVIENTO, aun no lo terminaba de creer, a pesar del tiempo que había pasado en el lugar, se dio cuenta de lo irreal que se sentía todo, por eso se encontraba algo ida pensando en lo que estaba sucediendo.




—¡Maldición!—Aquel grito agudo la hizo vendar rápido sus ojos para después voltear su cabeza hacia aquella voz—Ese cacharro justo se tenia que descomponer ahora


Su mirada estaba encima de Angie la observaba entre las fisuras de las vendas, trato de guardar compostura y no mostrar reacción alguna, pero era realmente sorprendente, la forma en que se veía era un poco diferente a como la conocía y si lo pensaba por un segundo en realidad su comportamiento era diferente al que le habían pintado.


Angie por su parte sintió curiosidad por el extraño comportamiento de Jean pues no había dicho ni media palabra y solo "miraba" en su dirección con aquella venda que cubría sus ojos muertos los cuales Donna no pudo salvar—¿Estás bien?


—Yo... Si, lo siento Angie es que me quede pensando en algo—Respondió Jean con media sonrisa para después recostarse en la cama y mirar al techo—¿Qué fue lo que se descompuso?


Angie camino hacia la silla a lado de la cama y tomó asiento—El elevador que nos lleva al sótano, es un problema porque Donna necesita el acceso casi diario, así que no quedo de otra más que llamarle a la única persona en este lugar que sabe arreglar máquinas


Ante lo dicho Jean empezó a sospechar de quien se trataba, pero aun así debía de preguntar—¿Y quién es esa persona?


—Se llama Karl Heisenberg, siempre se anda peleando a palabras con Alcina pero con Donna es agradable, algunas veces nos ayuda cuando se descompone algo—Por un segundo Jean desvió la mirada hacia Angie, quien balanceaba sus piernitas pues no llegaban al suelo, algo que causó un poco de ternura a su observadora—Vendrá hoy más tarde, quizá llegue a las cuatro



Angie se había retirado hace unos minutos pues necesitaba ayudar a Donna en algunos menesteres, Jean se debatía entre salir a curiosear o quedarse en la habitación como lo había hecho la mayor parte del día, pero finalmente se decidió por ser aventurera.


Al salir de su habitación fue recibida por un pasillo con varias puertas, cerca de la suya estaban las escaleras, caminó hacia ellas observando todo a su paso, el sonido de la cascada era perceptible, al igual que la baja temperatura, algo que sinceramente no le molestaba, su mano se fue deslizando por el barandal conforme bajaba al igual que siempre, no se quería arriesgar a que sospecharan de ella.

FissuresWhere stories live. Discover now