VIII

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Los jerarcas comenzaban a retirarse del lugar pues ya no tenían nada más que hacer ahí, pero Madre Miranda miraba aun con ímpetu a Donna quien se puso muy nerviosa, tomo el suficiente valor para levantarse y dar unos pasos hacia la salida, pero su intento fracasó al escucharla.


—Oh Donna querida, tenemos que hablar un momento—Beneviento no sabia porque, pero su nombre no sonaba agradable saliendo de la boca de Miranda, le provocaba una sensación incómoda en el estómago.

—¿Si, qué sucede Madre Miranda?—Habló Angie cuidadosamente pues no quería causar un problema.

—Me he enterado de que bajo tu custodia está una chica y no parece ser de por aquí...—Miranda tenía la mirada fija sobre la dama del velo negro, quien apretaba sus manos con nervios.—¿Por qué no me lo has dicho?

—Es solo una inútil y desafortunada chica ciega que encontramos muriendo en los terrenos, pensamos que no era una amenaza y...—Angie se cayó de lleno tras la voz que resonó.

—¡Silencio! Quiero que Donna me de las respuestas directamente, no su marioneta, así que Donna querida dime ¿Por qué hiciste eso?—Miranda esperaba su respuesta mientras observaba a Beneviento apretar sus manos—Oh, quizás querías hacer algún experimento con ella, de ser así espero buenos resultados pronto... Pero si fuera para eso, ya lo habrías hecho ¿No? Así que dime tus razones

—Yo...—Si sabía alguna razón poco creíble sabía que tendría problemas, quizá solo debía de hablar con la verdad pero a medias, así que con voz baja y nerviosa se decidió a contestar—Pensé que podría ser de compañía

Tras escuchar eso, Madre Miranda lanzó una risotada que dejó extrañada a Donna.

—Pero si solo era eso, mi pobre niña se sentía sola—Miranda acortó la distancia pasando una de sus manos debajo del velo de Donna acariciando su mejilla—Pero no puedes tener ese juguete mucho tiempo más querida, recuerda que se rompen fácil, espero que hagas algo bueno de ella y me lo muestres ¿Entendiste?

Aquella bruja desgraciada había apretado de más la mejilla de Donna quien ya estaba hiperventilando a este punto, sentía el sudor frío recorrer su cuerpo, estaba perdida, no quería entregar a Jean, junto a ella se sentía normal, era feliz a su lado, ella... Ella amaba a Jean.

—Lo tendrás pronto Madre Miranda—Soltó con voz fría y decidida la jerarca, pero sus palabras iban dirigidas más a otro objetivo, por nada del mundo entregaría a Jean, tendría que pasar sobre su frío cadáver antes de tener a su chica.

Tras esto Miranda soltó a Donna, quien si mirarla un segundo mas camino a la salida dejándola atrás, Angie venía a su lado caminando rápido, jamás había visto a Donna tan temerosa pero a la vez tan decidida, los tiempos serian difíciles para ellas.

Se apresuró para llegar rápidamente a su mansión, sin saber que al llegar, a quien tanto quería proteger ya no estaba.







Por su parte Jean perseguía como podía a Ethan, pues él era muy perceptivo y escurridizo, para sus aún frescas habilidades era algo complicado de hacer, vio que más adelante se encontraba el Duque, pensó que seguramente Ethan ya se había topado con él.

—Buenas tardes Duque ¿Ha visto pasar a un hombre por aquí?—El Duque sonrió a Jean, hoy estaba teniendo varias visitas inesperadas.

—Oh pero si es la jovencita de Benneviento—Al escuchar esto Jean se sonrojo por alguna razón—Parece que estas mejor y puedes ver, sería todo un milagro si aquí existieran, en efecto un hombre pasó por aquí se veía en mal estado aunque no parecía importarle

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