CAPÍTULO 5

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El alma es nuestro camino albedrío y en el fondo habita nuestro demonio oscuro o uno de luz

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El alma es nuestro camino albedrío y en el fondo habita nuestro demonio oscuro o uno de luz

—¿Quién es el...? —susurro acostada mirando al techo repitiendo las palabras, sentada en el piso acostándome a la cama aun con la ropa mojada, con mi cuerpo ensangrentado, con el frío que recorre por mis por mi cuerpo y el odio por mis venas.

Llegué a mi casa después de la solitaria y oscura lluvia, nadie habitaba en mi hogar como siempre, sola y en una soledad vaga, en un limbo hacia un pozo sin fondo. Aun con mis heridas abiertas, el escalofrío en mi cabeza, el sudor de una fiebre y un resentimiento en mi alma.

Me levanto del piso a la fuerza por el dolor, camino con dificultad hacia el baño abriendo lentamente la puerta, avanzo girandome hacia el espejo, al verme veo  lejos mi alma, mirándome a través de ella, un ser perdiéndose, uno que se muere, un fuego apagándose... sigo mirándome con una lágrima acariciando mi mejilla, la tristeza y la indiferencia son el sentimiento confundible del ser humano, estar triste pero sin importarte, como un vacío, una deriva sin aire. Me aparto la gota de agua en mi rostro bruscamente, dandome vuelta sin interés alguno, toco mi cuello cubierto de vendaje, empapado de sangre seca por la herida.

Debo admitir que las pendejas del colegio al menos saben hacer algo bien, encamino hacia la ducha abriendo la llave, entro al agua fría haciendo que mi cuerpo se tense encogiéndome del dolor, mis músculos se contraen por el golpe helado y el erizamiento en la cabeza. Me apoyo de la pared mientras cae el agua a mi cuerpo. Lo bueno de este nuevo hogar son los baños, tienen ducha y bañera, algo increíble para aprovecharse al máximo y si me aburro de estar parada, solo es abrir la llave de la bañera y sentarte.

Abro la regadera de la bañera para llenarla, esperando unos minutos y al estar llena tomo aire largo hundiendo todo mi cuerpo. Al estar abajo de las tranquilas aguas, volteo todo mi aire aguantando la respiración por minutos y al quedarme sin aire, salgo en necesidad tratando de llenar mis pulmones.

Tras eso salí del baño curando la herida de mi cuello, la vendée y me puse un buzo largo para dormir.

Y así fue avanzando los días, uno tras otro, día y noche, fueron así durante la semana. Me golpearon, me molestaban.

—Maldita Lárgate

—Vuelve a tu país mediocre

—Pobre

Hablaban a mis espaldas y me despreciaban, el horrible infierno en el que habitaba me estaba consumiendo, sabía que era decisión mía, lo quería, quería sentirlo más. Que suene raro no es de mi importancia, es mi vida. No podía hacer absolutamente nada, me estaba harta de todo, de mi vida, de mi supuesta familia, de los cambios, de las torturas, del sufrimiento mental, de ser débil, de ser estúpida y una imbécil ante los demás. Nadie tenía los huevos de ayudarme, ni siquiera mi familia, les importaba un comino lo que me pasaba y omito a mi hermanito de esto, porque él no se merece saber por lo que paso, el no puede ocupar mi puesto y por lo que estoy sufriendo, no voy a permitir que nada le pase, que nadie le toque un pelo, él es todo para mí, es mi mundo, mi pequeño cielo.

Mi paciencia de verdad se acabaría si cualquiera se le acercara con malas intenciones.

Otro día de mi vida despertando en este y lamentablemente mundo, sentía pereza al saber que tendría que entrar al maldito e infierno escolar. Darse cuenta de que ahí es engañoso, todo es negro, nada es color de rosas, nada es luz, aprendí que hay más en la oscuridad y eso hizo que me fortaleciera.

Algo cambió en mí cuando llegué ahí, lo sé porque nunca lo había sentido antes, cuando me di cuenta que en mí había dos, tres o más caras. La amable, la patética, y la oscura. Más que verlas como algo negativo, era más de mi personalidad, las sentía como facetas que no eran mías y como si alguien me hubiera robado mi alma y alguien más hubiese tomado el puesto.

Ya estaba cansada de las humillaciones, el rechazo, la indiferencia, el maltrato, el acoso y la violencia. Es mejor dejar al alma en paz que molestarla. Se despertó ese ser que no quería que saliera, era el propio diablo en mí o mi propio infierno.

Una risa despertó en mis labios al mirarme al espejo, ahí  que era la respuesta que buscaba, sabía que no era yo, sabía que todo se iba a salir de control porque esa débil y amable chica que habitaba en mí murió.

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