6. Bebeleche

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Paquito siente que se le van los ojos cada vez que va al centro con su abuela, y sobre todo adora cuando es el festival de la Guelaguetza, porque todo se llena de color, olores de comida deliciosa, mucha música y mucha gente.

Él es siempre el afortunado en acompañarla todos los sábados y todos sus periodos vacacionales, pues es el primero que se levanta antes de que siquiera salga el sol. Y qué mejor mes que julio. Para Paquito, julio es mucho más emocionante que navidad o su cumpleaños, y eso lo sabe muy bien toda su familia.

Esta mañana en particular es especialmente ruidosa, lo que hace que el corazón del niño se acelere mientras escucha que los vendedores luchan por llamar la atención de su abuela y engatusar a la suya con juguetes, comida, colores y artefactos que tienen formas interesantes. Se escuchan múltiples “¡Señora!” “¡Mire!” “¡Pásele!” “¡Pregunte por lo que sea sin compromiso!”

Al llegar al mercado, el apetito del niño se desata, pues tiene el placer de encontrarse a poca distancia de un sinfín de manjares que muchas veces ha soñado con probar  hasta la saciedad. Ha imaginado cómo sería sentarse en un banquito de la fonda más surtida del mercado y medir un platillo de cada cosa que tengan por ofrecer. Saborear cada ingrediente, cada textura, gozar de la explosión en todo su paladar, dictaminar qué fue lo más delicioso y lo que tal vez ya no volvería a pedir, y después ir con su familia para decirles lo que recomienda, lo que no y llevarlos directamente a ese mismo lugar para que ellos prueben el mismo festín con la misma soltura y gusto que él experimentó.

⸺ No te quedes atrás, Paco⸺ escucha la voz de su abuela quien no pierde el ritmo de su paso adelante de él. Ya lo conoce como para no saber que está distraído con toda la comida de los locales.

Van directamente a entregar unas flores al templo, que encargaron de último momento para la misa del mediodía. Mientras el niño espera a su abuela en la entrada principal, ve que cerca de donde está ya se encuentra el puesto de don Tadeo, que presume lo deliciosas que son sus tlayudas. Paquito se relame los labios y se acerca lentamente al puesto, siendo visto y bien recibido por el señor.

⸺ ¡Buenos días, Paquito! ¿Viniste con tu abuela hasta aquí?⸺ tiene una sonrisa amable en todo su semblante, y es que el señor se ha esforzado mucho estos últimos años para agradar a toda la familia de la preciosa Hortensia, quien con cada día que pasa se ve todavía más bonita que todas las flores que vende.

⸺ ¡Buenos días, don Tadeo! ¡Sí, vinimos a entregar unas flores para la misa!⸺ saluda el pequeño mientras trata de disimular el rugido que emite su estómago, pero el adulto no lo pasa por alto y suelta una pequeña carcajada.

⸺ ¿Ya desayunaste?

⸺ No, todavía no…

⸺ Ah, qué caray… ¿quieres una tlayuda?⸺ esas palabras hacen que los ojitos del niño se iluminen y asienta lo más rápido que puede. El señor Tadeo vuelve a reírse⸺, ¿de qué la quieres?

⸺ ¿Tiene nopalitos?

⸺ ¡Claro! Entonces una de nopales para Paquito⸺ se pone a prepararla mientras el niño toma asiento en la mesa más cercana a don Tadeo.

No quiere pensar en que lo más probable sea que su abuela se enoje por aceptarle una tlayuda a don Tadeo. Ella es una de esas personas que son muy fuertes, le cuesta pedir ayuda y también le cuesta recibir cosas de los demás. Pero es que para Paquito es una tarea en extremo difícil resistirse a lo deliciosas que son las tlayudas que hace don Tadeo, además el señor le cae muy bien, le parece una persona muy buena.

Todo se dispersa en su cabeza cuando tiene la comida servida. Agradece una vez más y comienza a comer, saboreando cada bocado, atesorando lo exquisita que es la combinación de todo, desde los frijolitos de la base hasta la verdurita que da los toques finales al platillo.

Juegos en el ombligo de la lunaWhere stories live. Discover now