Juegos en el ombligo de la luna

7. Lobo, lobito

⸺ No, Olga. Ya sabes que no puedes salir sin que tu hermano, o algún hombre, te acompañe⸺ dice su padre con la voz repleta de aprehensión. La niña ya debería estar acostumbrada, y se regaña a sí misma cada vez que las punzadas de decepción, tristeza y frustración llegan a ella⸺. Mira, es más, yo las acompaño mañana regresando de la chamba…

A lo lejos, desde la sala de la casa se escucha el rumor de las noticias: “el día de hoy, en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, se encontró el cuerpo sin vida de una mujer de 20 años de edad. La víctima había sido declarada desaparecida hace una semana, después de no haber vuelto a su casa el miércoles pasado. Sus padres y amigos cercanos han hecho declaraciones acerca de la turbia relación que llevaba con su ex pareja, levantando sospechas para considerarlo como potencial sospechoso del feminicidio, ya que los testimonios coinciden en que el sujeto fue la última persona en tener contacto con la víctima”.

⸺ Sí, mañana en la escuela le digo a mis amigas, muchas gracias, papá.
El peso de sus hombros le hace doler el cuerpo entero a la niña con cada paso que da para llegar a su cuarto, y siente como un logro la simple acción de sentarse en la orilla de su cama. Tiene miedo. Cada vez que prende la televisión, la radio, cada vez que escucha a las personas platicar, siempre hay muchachas desaparecidas, muchachas que no han llegado a sus casas, muchachas que han comprado algunas excusas de armas para siquiera intentar protegerse y rezar para que ella no acabe fundiéndose en la cárcel por haber luchado por seguir con vida, muchachas que han tenido que irse de la ciudad y casi desaparecer de la faz de la tierra para que sus acosadores las dejen en paz.

¿Por qué ella y sus amigas siempre tienen que ir a las plazas acompañadas por hombres específicamente?, ¿por qué las maestras no las dejan salir a la calle cuando la jornada escolar se ha terminado, no hasta que se aseguran de que llegaron por ellas o armaron sus grupos para caminar hasta sus casas acompañadas?, ¿por qué las hermanas mayores de sus amigas se toman fotografías antes de salir de sus casas y las envían a sus padres y amigos para que sepan qué llevan puesto?   

Desde que entró a sexto de primaria, el tema ha sido demasiado recurrente en su día a día. Las maestras se encargan de explicarles lo mejor que pueden a sus alumnos la gravedad del asunto, de lo terrible que es la violencia, de lo bestiales que pueden llegar a ser seres que dicen ser humanos. A algunos niños esos temas les causan gracia, y claman con orgullo que las mujeres de las noticias acabaron así porque se lo buscaron. Eso es lo que le hiela la sangre a Olga.

¿En qué consistirá buscarme mi propia muerte?, ¿Cuál será la gota que derrame el vaso?, ¿Hasta dónde podré sentir que estoy protegida y cuándo estaré consciente de que estoy totalmente vulnerable? ¿Estaré lista para morir? ¿Mi verdugo será una mujer o un hombre?, ¿quizá alguien que conozca?, ¿quizá alguien que en teoría debería cuidar de mi seguridad?

La niña, al estar en la tranquilidad de su habitación con toda la oscuridad rodeándola, se atormenta con un sinfín de preguntas gracias a toda la paranoia que está viviendo en su entorno. No puede conseguir acostumbrarse a que por las noches tiene varias pesadillas que provocan que al día siguiente llegue a la escuela y abrace con mayor fuerza a cada una de sus amigas. Las peores son cuando ve su cara en la pantalla, como si en un noticiero estuvieran reportando su asesinato y después ver a su papá llorando sobre una caja, rodeado de flores blancas y lilas.

Sus ojeras han crecido y sus planes para salir a los parques o plazas han ido evaporándose con cada nota, cada susurro, cada cartel, cada pancarta que expone la muerte de una chica más.

Se despierta sintiéndose cansada, pero tiene que ir a la escuela. Tiene que hacer un nuevo intento para no dejarse tragar por todas las imágenes y voces, para no convertirse en la protagonista de una de sus pesadillas.