Capítulo 5. Nadie en el mundo es como tú.

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«Qué ganas de ti gritaba mi cuerpo, el deseo me quemaba y mis instintos se quejaban, como un animal lamiéndose las ansias de tomarte, aunque fuera una sola noche en mi pasión. El placer que te daría en ese cuerpo desnudo; me excitas al pensarte y el corazón se me acelera. Me miras hambrienta víctima de tu propia excitación Adriana, cautiva de ese amor tratas de huir de mi mirada, intensamente te persigo con ella por todo el lugar y el dulce temblar de tus curvas te delata; quieres esto tanto como yo, la humedad en mi sexo asesina mi razón. No me dejas pensar con claridad y solo quiero en un movimiento arrancarte la ropa y devorar tu piel con mi boca. Vamos, solo susurra mi nombre y será suficiente permiso para adueñarme de ti, para amarte completamente en la locura de mi deseo más ardiente. Quiero llevarte a esos lugares que ya conoces, donde mis palabras chocando contra la suavidad de tu piel en el sutil roce de mis labios te queman hasta el alma volviéndote verdaderamente loca, se te olvida el mundo entero y entre hombres y mujeres solo existo yo. Quiero tomar tu rostro frente al mío y sentir tu aliento contra mi cara, como se te escapa la vida cada vez que te me acerco así, tomar tu mentón con mi mano y pegarte toda a mi boca dejándote ver en mi mirada oscura la lujuria que despiertas en lo más hondo de mi ser. Antes de besarte la punta de mi lengua recorrería tu labio inferior y mientras estás perdida en un remolino de sensaciones delirando por tu necesidad de más, yo te besaré mojando las ganas llegando más allá en cada rincón de tu alma, suspirarás en mis labios y entre besos cortados me pedirás que te haga el amor como tanto lo has anhelado. Será lento mientras ambas nos disfrutamos luego iré por ti tomándote con fuerza hasta llevarte al límite de tu cordura y te derrames conmigo entre las confesiones calientes que salen de nuestras bocas, entre gemidos y palabras, entre murmullos y temblores; me dirás que soy todo, que en el mundo como yo no existe nadie igual, que nadie en el mundo es como yo». Chloé Black.

Narrado por Adriana

A momentos sentía su mirada intensa sobre nosotras, supongo que se hacía las mismas preguntas que yo, ¿Por qué de todos los lugares debimos encontrarnos aquí? ¿Por qué tenía que ser Melissa la contraparte del negocio con Gia? Para ella debía ser igual de incómoda esta situación, que después de cuatro años sin hablarnos no fui capaz de avisarle que venía a Londres y tener que llevarnos ambas esta sorpresa.

Después de nuestro baile nos sentamos en una mesa junto a otras personas involucradas en el trato que celebraban hoy, Melissa también estaba en esa mesa en compañía de Chloé. Finalmente, ella se atrevió hacer lo que tanto rogué durante la noche que no sucediera, dirigió la mirada hacia nosotras y me habló:

—Adriana, después de tanto tiempo sin saber sobre cómo te ha ido en tu vida me gustaría hablar un poco contigo. ¿Quieres bailar conmigo y nos ponemos al día? —¡Oh, Dios mío! Ella me había matado con eso, siempre sabía cómo conseguir lo que quería. Si decía que no sería demasiado evidente para los demás que me afectaba su presencia todavía, si decía que sí el peligro de tenerla tan cerca me haría temblar de deseo por confesarle todo lo que aún sentía por ella; no me dejó otra opción que responderle que sí.

—Será un placer, Black —ella se levantó y caminó hasta mi lugar. Yo estiré mi mano para que la tomara y al hacer contacto con su piel mi corazón enloqueció. ¡Dios, Adriana contrólate por favor, sé fuerte! Caminamos hasta la pista de baile y en un gesto sutil ella me acercó a su cuerpo tomando mi mano para comenzar con aquella melodía suave de fondo.

—Es bueno volverte a ver, Adriana.

—También es lindo para mí volverte a ver, Chloé.

—Debiste decirme que volverías a la ciudad, yo hubiera pasado a recogerte o te hubiera invitado a comer, no lo sé, cualquier cosa para poder verte. Desde que me pediste que no te llamara más porque eso te hacía daño, aunque yo no estuviera de acuerdo, lo acepté respetando tus decisiones y sentimientos. Pero ahora al verte aquí y que ni siquiera te importó avisarme que estarías en la ciudad hace que mi corazón me duela, me siento herida.

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