Todo lo que muestras.

Capítulo 9. Combustión espontánea

«Qué juego tan delicioso es la pasión, y yo estoy hecha de ello en cada molécula que compone mi cuerpo. Son terrenos donde sé jugar muy bien pues a puro instinto te puedo devorar, los arrebatos de lujuria que podamos sentir serán una muestra de lo que puedo ofrecer; pero no te confíes, yo jamás pierdo, cuando me creas adicta tú ya no tendrás salvación». Chloé Black

Había pasado todo este día inquieta en la oficina ni siquiera mi asistente entendía lo que me pasaba, mi desconcentración era grave a tal punto que, en algún momento de la mañana, frustrada, me di por vencida y arrojé unos papeles que revisaba sobre mi escritorio. Caminé hasta mi balcón para tomar un poco de aire fresco mientras me tomaba un vaso con agua y miraba la ciudad. Mi desasosiego se debía a que esta noche sería la cena con Adriana y su prometida Gia; a pesar de que dije que no tendría problema con esa situación, la verdad era que no soportaba la idea de verla junto a esa italiana. ¡Dios mío! ¿Qué estaba haciéndome a mí misma? ¿Por qué no lograba dejar de ver a Adriana de esa manera si ya había pasado tanto tiempo? Qué insistente y necio era mi corazón, pero, sobre todo, mi cuerpo y mi deseo por ella. Este deseo que me hacía sacudir mis pensamientos húmedos y mis ganas de tomarla para no caer en la gran tentación que ella representaba.

Traté de concentrarme en Melissa, ya que en mi trabajo era evidente que no podía pensar. Tal vez debería decirle que quizás era mala idea que yo la acompañara a esa cena que ofrecerá Gia Parisi, quedarme en casa y mantenerme lo más lejos de Adriana mientras durara su estadía en Londres me parecía lo más prudente. Pero las tentaciones que vienen envueltas en sentimientos son las más difíciles de soportar, las más intensas, las más poderosas, luchar contra ellas es una prueba de fuego que puede incinerarte. Solo me quedaba enfrentar la situación y recurrir desesperadamente al autocontrol que siempre me caracterizaba.

Horas más tarde...

Llegué a casa para prepararme y me encontré con Melissa y Nora que hablaban mientras se tomaban una taza de té ya que estaba haciendo un poco de frío esta noche. Me acerqué a ellas y le di un beso en los labios a mi rubia mientras que Nora me preguntaba cómo había pasado mi día; no quise mentirles así que solo dije que fue un día pesado.

—¿Todo bien, amor?

—Sí, solo estuve un poco estresada, pero no es nada importante. Me voy a preparar para la cena —caminé en dirección a la habitación, pero Melissa no había quedado satisfecha con mi respuesta y me siguió. Entró tras de mí mientras yo arrojaba parte de la ropa que me estaba quitando sobre la cama.

—Tienes muy mal semblante para solo haber tenido un día pesado. ¿Quieres decirme qué sucede?

—No ocurre nada, Melissa. Solo fue un mal día de trabajo, es todo, de verdad. Estás muy hermosa, por cierto, te ves increíble con ese vestido.

—Gracias. Si no te conociera tanto te dejaría tranquila y me iría con esa respuesta, pero te conozco mejor que nadie, Chloé. Sabes, te he sentido lejos de mí últimamente, no estamos bien del todo, y no haré como que no sé la razón por la cual estamos así, porque sí la conozco a la perfección. Lo que no entiendo es por qué no lo aceptas, podemos ser honestas. Has estado dispersa, ausente, intranquila, desde que Adriana Jones llegó a Londres. Cada vez que tienes que encontrártela, sobre todo si está junto a su pareja, te perturbas —mientras ella hablaba cruzada de brazos y mirando cada movimiento que yo hacía, yo me quitaba la ropa y tomaba una toalla para meterme a la ducha. Caminé desnuda hasta la regadera y ella siguió mis pasos.

—Solo me siento un poco confundida desde que la vi... Ni siquiera sé lo que me está pasando —le dije mientras volteaba para mirarla a los ojos y con mi mano abría la ducha para que se calentara el agua. Ella cerró por un momento sus ojos para controlar lo que estaba sintiendo con lo que le acababa de decir. Luego los abrió y me miró seria, pero profundamente.