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{Diciembre 2020}

Ciertamente el tiempo era relativo. Podías sentirlo como una ráfaga rápida y fuerte, o tan lento como mirar un reloj de arena. En los dos meses transcurridos desde la última vez que vio a Jimin, no había mucho que contar por su parte. Estuvo enfrascado en proyectos del trabajo, y por las tardes se iba a su departamento vacío. No se sentía solo, sin embargo, ya que el sonido del televisor llenaba el ambiente. Y por medio de su celular, se mantenía en contacto con su madre y sus amigos. Con quien más se había acercado últimamente era Taehyung. En un comienzo, por agradecimiento de la nueva oportunidad laboral, pero finalmente se encontraban cómodos en la compañía del otro. Y así empezaron a salir a beber a bares una que otra noche. Incluso tuvo la oportunidad de conocer un poco más a Hana. La chica también había tenido mala suerte en los trabajos, pero a pesar de aquello, era optimista. Se complementaba bien con Taehyung, y era evidente el amor que había entre ambos. Jungkook fue feliz por ellos.

Una noche, se enrolló con una chica que conoció en el bar. No fue gran cosa. Ni siquiera el sexo había sido memorable. La consideró un desahogo necesario, pero a pesar de ella, Jungkook seguía con una persona en su cabeza. Todos los días pensaba en él, en lo mucho que lo extrañaba y necesitaba. ¿Era estúpido? Habían pasado años, pero no podía superarlo. Y aunque lo deseara, no parecía haber un futuro con Jimin. Al menos, si la situación fuese al revés, Jungkook no lo aceptaría de vuelta. Conocer sus propios errores era mortificante. Y el efecto de diciembre lo tenía en la melancolía; se cuestionaba todo lo que pudo hacer mejor, pero que por su propio ego no pudo ver en ese entonces.

Al menos se distraía con el trabajo. Le ayudaba a ver los días pasar. El verdadero problema eran las noches, cuando buscaba conciliar el sueño, pero en lugar de descansar, su mente se activaba. Pero esta noche tenía planes de salir a beber con Taehyung, y pretendía desconectarse por completo.

En general, la mezcla de buena compañía y alcohol era una buena vía de escape, aunque el frío congelara los huesos.

Se juntó con su amigo en el lugar de siempre. Se sentaron en una mesa apartada, donde pudiesen sentirse tranquilos y entablar una conversación. El bar no era el más popular de la zona, y eso se ajustaba a sus necesidades; ya no necesitaban encontrarse rodeados de personas ruidosas para pasarla bien. Esa historia quedó bastante en el pasado. Ahora ya eran adultos aburridos, que difícilmente soportaban sonidos fuertes, o gente escandalosa. Porque la vida te cambia. Eso es seguro.

—¿Y aún vas en autobús al trabajo? — le preguntó Jungkook, luego de escuchar la anécdota que había contado Taehyung. No estaba juzgándolo, sólo se encontraba genuinamente sorprendido.

—Aún no gano lo suficiente para tener mi propio vehículo. Y mi prioridad es cambiarme de departamento — explicó —. Por lo menos Hana puede ir en bicicleta, ya que en su edificio tienen duchas.

Jungkook no podía ni siquiera imaginar tener que lidiar con una situación como ésa. Él siempre tuvo todas las comodidades, y estuvo rodeado de cariño. Nunca le faltó nada, así que sus privilegios los daba por sentado. No se detenía a agradecer, porque era tan cotidiano como respirar. Pero al ser testigo de la lucha diaria de su amigo con las deudas, fue consciente que no todos nacen con la misma suerte. Y aunque él no era realmente altruista, cuando se trataba de personas tan sinceras y nobles como Taehyung, deseaba poder hacer cambios y ayudar. Quisiera tener el poder de cambiar el curso de la historia, y no ver la tristeza en sus ojos. Muy sinceramente, Jungkook creía que nadie merecía la felicidad tanto como Taehyung.

—Ojalá vivir no fuera tan caro... — fue lo único que pudo decir, con una mueca, y mirando el vaso en su mano.

—¿Y sabes qué es lo peor? — Taehyung preguntó retóricamente. Y sin esperar una respuesta, él mismo agregó: —morir también es caro.

「My blood & tears 내 피와 눈물」 ✨ JIKOOK ✨Where stories live. Discover now