140. Fracturadas remembranzas

22 7 52
                                    

 El escenario cambió de nuevo y atrás quedó aquel paisaje dominado por la muralla de niebla. Ahora, nos encontrábamos en la playa que había visto a través de la habitación de Alarico y, sin lugar a dudas, este era un lugar muchísimo más alegre.

La Zeltia del pasado se encontraba en frente de mí y lucía un bikini rosa, uno que dejaba a la vista piel de pálida vampiresa. En la mano derecha, portaba una raqueta de playa con la cual propinó buen golpe a pelota rosada. Esta salió lanzada en dirección a Alarico, quien no tuvo ningún problema en devolvérsela de un derechazo.

La otra Zeltia vestía una sonrisa que embellecía su rostro pecoso. Quería creer que Alarico correspondía tal gesto con uno semejante y que ambos disfrutaban enormemente de su mutua compañía. ¿Cómo no podían hacerlo en aquel día donde los rayos del sol hacían brotar del agua reflejos brillantes?

Es extraño sentir nostalgia de recuerdos que has perdido, de momentos que eran como si nunca hubieran existido. Era lo que yo sentía al ver aquella felicidad compartida y me llenaba de pena aquellos instantes extraviados, aquellos reflejos de dicha plena, los cuales esperaba recuperar en un futuro no demasiado lejano, ¿pero cómo hacerlo, era acaso posible?

—¡Atenta con este tiro! —dijo Alarico y le propinó un golpe tan fuerte a la pelota que la otra Zeltia, lanzando un grito de sorpresa, se arrojó sin pensar a la arena y estiró el brazo en un intento por darle a la bola que terminó en fracaso rotundo. En nada, se levantó y a pesar de la derrota sufrida, lanzó una sonora carcajada al tiempo que se sacudía de las piernas la arena pegada.

—¡Menudo abusón estás hecho!

—Lo siento, pero juego para ganar —contestó Alarico con tono jocoso.

—No hace falta que lo jures...

—¿Te apetece jugar otra partida? —preguntó el mouro y Zeltia negó con la cabeza.

—No, ya estoy algo cansada —dijo y levantó la vista al cielo, en donde relucía el sol entre nubes escasas —. Me preguntaba una cosa, ¿no es posible que los amigos de tu madre entren por el cielo? Si la muralla de niebla es lo único que impide que lo hagan...

—El cielo también está cubierto de niebla y lo que ves, no es nada más que una ilusión, ¿no crees que sería deprimente vivir siempre bajo días nublados?

—Eso es cierto, es mucho mejor así.

La Zeltia del pasado observó a Alarico con unos ojos ensoñadores, estaba bastante claro que le gustaba y lo entendía perfectamente. El mouro era guapo, y no creo que nadie pudiera discutir este punto, y en cuanto a su personalidad me resultaba tremendamente encantadora. No obstante, por encima de estas dos cualidades había una mucha más importante: al enfrentarse a su madre me había mostrado que era un hombre altruista al que no le importaba ponerse en grave peligro por el bien común.

La sonrisa de la otra Zeltia desapareció en un gesto de extrañeza, colocó la mano por encima de los ojos y ya no miraba al cielo ni a Alarico, sino a algo que se encontraba más allá de la playa.

—¿Qué es eso? ¿Es un hombre...? Qué raro...

Alarico giró la cabeza en dirección a donde miraba Zeltia y lo primero que vi fue su casa. Esta me gustaba, era pequeña, alargada y contaba con un techo plano. A través de los grandes ventanales, pude ver el salón de la casa en donde dominaba una televisión plana que ocupaba bastante espacio. 

Pensé en cómo sería vivir allí, en la calma de aquel bosque junto a Alarico. Día tras día de soledad compartida, los cuales podríamos disfrutarlos plenamente con nuestra única y mutua compañía. Pensé que esa existencia podría ser la más dichosa posible para una muchacha como yo.

Aunque al meditarlo unos segundos más, me resultó que podría llegar a ser un poco aburrido. En realidad, yo no quería vivir alejada de todo y de todos, sino que mi sueño era viajar a lo largo y ancho del mundo. Conociendo gentes, lugares, costumbres, ciudades, maravillas, comidas, animales, experiencias, pueblos... No, vivir encerrada en aquella zona junto a Alarico, más que sueño, era tedio.

De todas formas, no era el hogar del mouro lo que había llamado la atención de esa Zeltia, sino un hombre que se encontraba cerca de la puerta de entrada. Aunque no sabría decir con exactitud si era uno de verdad, ya que su apariencia me resultó de lo más extraña.

El cuerpo era el de un hombre, pero su cabeza estaba bastante lejos de ser humana. Contaba con dos cuernos retorcidos y en el rostro se le alargaba el morro, lo cual le daba el toque inconfundible de una oveja o mejor dicho, teniendo en cuenta el género del sujeto, de un carnero. Vestía con una bata médica cuya blancura era alegrada por la corbata roja que llevaba.

—Oh, no hace falta que te preocupes. Es el doctor, nada más que un amigo mío. Ven, te lo voy a presentar —dijo Alarico, caminó en dirección al individuo de la cabeza de carnero y agitó la mano en modo de saludo.

El doctor se acercó al mouro y le dijo con voz insegura:

—Alarico... buenos días...

—Buenos días, doctor.

Los ojos del carnero se clavaron en la Zeltia del pasado, eran marrones y con una pupila rectangular en el medio. Me resultaron inquietantes, ya que era imposible leer absolutamente nada en ellos, como intentar comprender lo que pensaba una oveja.

Al darse cuenta de cómo miraba el doctor a la otra Zeltia, Alarico dijo:

—Ella es mi nueva amiga, se llama Zeltia.

—Por supuesto, encantado de conocerte, Zeltia. Mi nombre es Lambert, ¿puedo preguntar cuándo has conocido a Alarico?

—Creo que fue más o menos hace una semana, ¿no? —le contestó y, acto seguido, le lanzó una mirada interrogativa a Alarico.

—Sí, y tengo que decir que ha sido un cambio bastante agradable.

—¿Y cómo? —preguntó Lambert con un tono tajante.

Antes de que esa Zeltia tuviera tiempo de responder, Alarico habló:

—¿Puedo saber por qué has venido, doctor? Sé que es arriesgado, si mi madre se da cuenta de que me has visitado no significará nada bueno para ti.

Lambert dejó de interrogar con la mirada a la otra Zeltia para centrarse en el mouro.

—Es importante, tengo información útil... He encontrado la manera de hacernos con la llave que abrirá la Puerta Negra. 

Las 900 vidasWhere stories live. Discover now