180. El hoyo

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Una pesadilla hizo que Mariana se despertara en medio de la noche. Aún asustada, buscó a su marido Mariano en la cama, pero esta estaba vacía. Ella recorrió la casa, pero no encontró rastro de su marido. Al menos no hasta que salió al jardín.

Mariano excavaba un hoyo con las dos manos, tan concentrado estaba en la excavación que no se dio cuenta de la presencia de Mariana. Ella lo miraba con el ceño fruncido y le preguntó:

—¿Pero qué haces, cariño?

Mariano le contestó sin mirarla.

—Hay un tesoro... hay un tesoro enterrado en el jardín... un tesoro...

Mariana se preocupó por su marido, pero pensó que quizás estaba sonámbulo y había escuchado que si despertabas a uno, lo podías matar. Así que volvió a la cama y durmió hasta el amanecer.

Cuando despertó, la cama continuaba tan solitaria como la noche anterior. Mariana volvió al jardín y se encontró con un hoyo más profundo, con grandes montañas de tierra a su alrededor.

Ella caminó hasta el borde del hoyo y miró a su interior. No pudo ver a su marido, solo distinguió oscuridad espesa. Se mordió el labio inferior y miró a la casa de su vecino, ¿se habría dado cuenta de lo que hacía su marido?

—¡Mariano, Mariano! ¿Estás ahí? —le preguntó y creyó escuchar una débil voz.

—Tesoro... tesoro...

Su marido estaba vivo, pero se encontraba en el fondo del agujero. Decidió ir al trabajo, intentando no pensar demasiado en aquella bizarra experiencia. Cuando regresó a casa, Mariano continuaba en el interior del hoyo y pensó en llamar a los bomberos.

Pero no lo hizo: ¿qué sería de su reputación si todo el mundo se enteraba de lo que estaba haciendo su marido? Todos se reirían de ella y le dirían que no era buena esposa, porque había permitido que su marido se volviera loco.

Así que cogió una pala del garaje y rellenó el hoyo con los montones de tierra que había a su alrededor. Al cabo de unas horas, el agujero estaba completamente cubierto. Mariana se agachó e intentó escuchar:

—Tesoro...

Negó con la cabeza, era imposible que a sus oídos llegasen tales palabras. La razón era que los humanos no pueden vivir debajo de la tierra. Además, aquella era la mejor solución: sería demasiado raro que la gente se diera cuenta de que su marido estaba cavando un hoyo en el jardín trasero de su casa.

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⏰ Last updated: 3 days ago ⏰

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Las 900 vidasWhere stories live. Discover now