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Aposentos de Gülşah Hatun, Palacio de Edirne, Imperio Otomano.

El adorable pequeño jugaba con su espada en soledad, mientras su madre caminaba de un lado a otro, impaciente, esperando a su criada

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El adorable pequeño jugaba con su espada en soledad, mientras su madre caminaba de un lado a otro, impaciente, esperando a su criada. Ardía en cólera, no podía ocultar su enojo, era visible en su lenguaje corporal, sus puños se encontraban apretados y sus labios fruncidos.

Cómo si de una competencia se tratase, el vaso de vidrio en su mano temblaba, al igual que su labio inferior.

De pronto Esma entró y en su rostro se veía lo realmente asustada que estaba por la reacción que tendría su señora.

—¡Habla de una vez por todas Esma!

—En efecto mi señora, Mara hatun está ahora mismo en la cama el sultán.

El vaso se vidrio que hace segundos se encontraba en sus manos, resbaló de éstas cayendo al suelo, los vidrios volaron por todos los aposentos. Esma dió un grito ahogado cuando vió al pequeño Mustafá sangrando, mientras aún Gülşah se encontraba en estado de shock.

Afueras de los aposentos del Sultán Mehmed Khan, palacio de Edirne, Imperio Otomano.

El rostro de aquella hermosa rumana se encontraba empapado de lágrimas, la impotencia se había apoderado de ella, no podía evitar nada de lo que pasaría esta noche. Quizás no era tan fuerte para llevar a cabo ese plan que había elaborado

«Tú necesitas salir de aquí, y desde las sombras donde estás, sería imposible...»

«Yo no necesito el amor de Mehmed».

«Creeme que lo necesitarás».

—Sé que es duro para ti hatun, pero ya hora de que entres a a los aposentos del sultán— Nigar sobó su espalda queriendo darle un poco de apoyo, reconocía que ese momento no era fácil, y más para aquella esclava recién llegada.— Ya lo sabes cuando lo tengas en frente te arrodillarás y besarás su traje, luego su mano, y por último, no lo mires a los ojos.

Mara tomó una gran bocanada de aire y limpió sus lágrimas con el dorso de su mano, sorbió su nariz y exhaló.

«Siempre hay una puerta de salida, aunque el camino a ella cambie muchas de nuestras perspectivas.»

Tienes razón Korkud, mi vida ya no será la misma después de hoy.

Cuando las puertas fueron abiertas, la pelinegra dió dos pasos quedando dentro de los aposentos del sultán. Su corazón bombeaba la sangre tan rápido que parecía que quería salir de su pecho, cerró los ojos y tragó saliva con dificultad.

Sintió sus pasos cada vez más cerca hasta que vio con sus propios ojos los zapatos de Mehmed frente a ella. Completamente segura de que su rostro estaba pálido se arrodilló para que él no la viera, tomó su traje con sus manos temblando y lo llevó a sus labios. Se levantó y adoptando la posición como si fuese a reverenciar besó su mano.

𝐏𝐄𝐑𝐓𝐄𝐕𝐍𝐈𝐘𝐀𝐋 ©Where stories live. Discover now