09 | ¿Podrías llegar a amarme?

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Aposentos del sultán Mehmed Khan, Palacio de Edirne, Imperio Otomano.

La médica acababa de irse, Mara había pescado una fuerte gripe en su celda y era entendible teniendo en cuenta las condiciones de la celda donde los guardias la habían llevado

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La médica acababa de irse, Mara había pescado una fuerte gripe en su celda y era entendible teniendo en cuenta las condiciones de la celda donde los guardias la habían llevado.

—¿Padre?— Balbuceaba mientras hacía un esfuerzo sobrenatural para mantener los ojos abiertos.

Rápidamente llamó la atención de Mehmed quien no dudo en acercase a ella, le importaba poco su resfriado o lo que tuviese, el simple hecho de verla en esa situación lo ponía un tanto nervioso. Nunca se había preocupado tanto por la salud de una esclava, seguía sin entender que le sucedía, pero era algo que simplemente no tenía explicación.

No... Soy tu sult... Mehmed, soy Mehmed.

—¿Memed? No conozco a nadie con ese nombre... Sácame de aquí por favor, necesito ver a mi padre— luchaba por mantener la consciencia.

“¿Su padre? Quizás haya perdido la memoria momentáneamente”

—Está bien, pero mañana en la mañana, por ahora debes recuperarte...— Mehmed tomó su temperatura con su mano, aún se encontraba mal de salud. —Estás ardiendo en fiebre.

Qué bonitos ojos tienes Memed.

El hombre rió al escucha como la rumana intentaba pronunciar su nombre. Era toda una guerrera, no desistía, se negaba a cerrar los ojos y dejar de luchar.

¿Ah sí? A mí me encanta tu cabello, princesa.

—Gracias... Tú cabello es muy bonito también, aunque...— Mara llevó sus manos al castaño cabello de Mehmed, y lo despeinó de manera torpe, haciendo que éste sonriera. —Ahora es perfecto.

Tú eres perfecta, Mara.

Quizás la falta de consciencia de Mara, era lo mejor que pudo haberle pasado a Mehmed.

—Haces que mi rostro arda de la vergüenza, Memed...— rió aún sintiendo su cabeza a punto de estallar del dolor, soltó una pequeña queja, hasta que sintió como la mano del varón acariciaba suavemente su cabellera negra. —Eres reconfortante, como cada toque tuyo en mi piel...

Sabía que sentía lo mismo.

—¿Podrías llegar a amarme?

—Cualquier hombre que sea capaz de arriesgar su vida por mí, como tú ahora, merece mi amor.

Mara... Sólo padeces de un resfriado...— Mehmed estaba mordiéndose el labio inferior para no reír.

—Oh entonces, supongo que me he confesado antes de tiempo...— ella rió. —Pensé que estaba muriendo, el dolor es fuerte.

¿Cómo se siente la muerte?

—A tu lado, sólo me hace aborrecer la vida. ¿Quién eres Memed?

𝐏𝐄𝐑𝐓𝐄𝐕𝐍𝐈𝐘𝐀𝐋 ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz