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Algunos dirán que la modestia es una virtud, pero esta autora no es precisamente virtuosa. Por ende, me da mucho placer anunciar la noticia que otros cuestionaron, pero de la que yo nunca dudé.
Un diamante de la temporada ya se emparejó. Se comprometió oficialmente con el duque de Hastings.
Sin duda, la novia está llena de expectativas por las inminentes nupcias. Parece que el evento se llevará a cabo lo más pronto posible.
Por supuesto, solo hay dos motivos para solicitar una licencia especial y correr al altar: amor verdadero o un escándalo que hay que ocultar.
Benedict tocó la puerta una vez más y dio un paso atrás cuando esta fue abierta.
—¡Bridgerton! Qué bueno que vino—Dijo el Sr. Grasville.
—No iba a perdérmelo.
—Pase por favor—Comentó dejándolo entrar—Póngase cómodo. Le mostraría el lugar, pero mi deber de anfitrión llama—Avisó mientras se marchaba
Benedict siguió su camino solo, observado admirado todo lo que veía con una sonrisa.
—¿Qué hace usted aquí? —Escuchó a sus espaldas dándose la vuelta. Encontrando a una mujer morena con una pipa en la mano.
—Disculpe ¿Nos conocemos? —prenguntó confundido.
—Eso no es necesario. Usted es un Bridgerton, ¿no?
—Veo que mi reputación me precede—Manifestó Benedict con una sonrisa ladeada.
—No es precisamente una virtud.
—Si con eso capto su atención, es bueno— Esas palabras abandonaron inconscientemente su boca. Solo fue a ese lugar a tomar un poco de sus confusos pensamientos y estando ahí con ese ambiente logró confundirlo más.
Cuando la mujer sin ningún reparo y delante de todos le comenzó a besar el cuello y él se quedó inmóvil ante el acto. Madame Lacrouix lo tomó de la mano bajando las escaleras uniéndose a otra mujer, pero entre más avanzaba una castaña no salía de su mente y se separó rápidamente, marchándose del lugar.
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