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El vínculo entre un hombre y su novia es privado y sagrado, pero debo decirles que me enteré de que hay un grave fraude en marcha.
Como si los Featherington no tuvieran suficientes problemas, la Srta. Marina Thompson está encinta. Ha estado encinta desde el mismísimo día que llegó a nuestra ciudad.
A grandes males, grandes soluciones, pero apuesto a que muchos consideraran sus acciones inaceptables.
Quizá pensó que era su única opción o quizá ha perdido la vergüenza, pero pregunto:
¿Puede el fin justificar los medios atroces?
Adhara tocaba el pianoforte mientras Lady Danbury leía Lady Whistledown tranquilamente, sus dedos pasándose hábilmente de una tecla a otra y su cabeza moviéndose al ritmo que tocaba.
La reciente caída en desgracia de la Srta. Marina Thompson aún resuena en todas las salas de la ciudad días después de que se revelara que su compromiso con Colin Bridgerton no era más que una farsa.
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—Simplemente no voy a olvidar lo que pasó, Benedict—Enunció Anthony con voz grave, sentándose en la silla de su escritorio. Recordando el beso de su hermano y la Srta. Basset.
—No te estoy pidiendo que lo olvides, solo te estoy pidiendo tiempo—Formuló el menor.
—Es lo mismo. Estoy pensando seriamente en contárselo a Simon.
—Supongo que él no organizará un duelo como un demente—Soltó con tono burlón, mofándose de su hermano.
—¿Lo comprobamos?—Devuelve en un tono más árido, tomando su pluma dispuesto a escribir una carta a su cuñado.
Anthony mueve la cabeza en forma desaprobatoria con un atisbo de sonrisa. Obviamente la hipotética situación que ha planteado le parece divertida.
—¡No!—Exclamó Benedict, mientras zarandaba los brazos en un intento de arrebatarle pluma a su hermano.
