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Al parecer que algunos integrantes de la familia logren el éxito, no significa que vaya a ser igual para los otros.
Se ha dicho que el segundo de los Bridgerton tiene toda la diversión, libre de responsabilidades, al no cargar con el peso de encontrar a la nueva matriarca de la casa. Tenemos una pregunta
¿Cómo Benedict Bridgerton pasa su tiempo?¿Acaso le está consiguiendo nuevos vestidos a sus hermanas?
Esto nos lleva a otro cuestionamiento
¿Mi favoritismo hacia la pareja del segundo diamante y Bridgerton fue una pérdida de tiempo?
Benedict observó que el dibujo no salía. Con un suspiro arrancó otra hoja más de su bloc de dibujo, la arrugó y la arrojó contra la pared del salón. El suelo estaba ya repleto de bolas de papel desechadas, una señal inequívoca de que sus jugos creativos no fluían del modo que había esperado. Intentaba hacer un dibujo de Adhara y él, haría que él apareciera un poco borroso, mientras Adhara sobresalía, bien definida, con planos y ángulos nítidos.
—¿Es cierto? —Anthony entró al salón sin esconder la molestia en su voz.
—Claro que es cierto — Daphne ingresó detrás de su hermano, con una expresión seria.
Benedict levantó su mirada lentamente sintiéndose presionado por sus hermanos.
—No es cierto.
—Eloise no dice mentiras.
—Si las dice—Benedict se defendió.
—No cuando le regalas un libro.
—Solo somos amigos, nada más que eso—Protestó exasperado.
Era cierto, la noche anterior había hablado con Madame Delacroix. La mujer no dejaba de perseguirlo por su mal entendido en el estudio de arte, tenía que dejar ese asunto claro. Luego se le hizo tarde y la mujer le ofreció dormir en el sofá, teniendo en cuenta que el carruaje se lo habían llevado las dos señoritas que iban con él, además de darle un obsequio. De verdad agradeció que ella se lo tomara de la mejor manera.
Lo que no esperaba era ver a Eloise y Adhara apenas se levantara y otra vez estaba metido en otro mal entendido.
Al final, después de rogarle a sus hermanos que estuvieran callados hasta que él hubiera terminado, Anthony asintió, cruzó los brazos y cerró la boca durante el resto de la explicación. Su ceño fruncido bastaría para hacer temblar a las paredes pero, cumpliendo su palabra, no dijo nada. Hasta que Benedict terminó con un:
