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Mientras los miembros de nuestra querida sociedad vacacionaban en sus rusticas viviendas, esta autora solo hizo una cosa, pulir mis habilidades. ¿O debería decir hundir mis planes?
No, algo aún mejor. Afilé mis cuchillos, para todos ustedes, pero claro hay otra identidad desconocida actualmente. Aunque esta si la podrán descubrir ustedes. Hablo del diamante de esta temporada ¿O serán dos, como la pasada? Donde quieran que estén.
Es su turno, majestad.
Francesca tocaba el pianoforte junto con Adhara, mientras Eloise y Gregory bailaban bajo la supervisión de su madre y el maestro.
Habían decidido quedarse en Bridgerton House a petición, o más bien suplica de Eloise. Ellos dos eran los que más la entendían y si no se quedaban ellos, se quedaría Daphne y no se podía arriesgar.
—Uno y dos. Uno y dos.
—No es muy buena—Se quejó Hyancith hacia Benedict que estaba acostado en el sofá del frente con su hija sobre su pecho.
Benedict soltó una risa que hizo reír a Grace en sus brazos como si entendiera.
—Podría oírte—Respondió.
—Te oí—Afirmó Eloise.
La joven pisó a Gregory en una vuelta haciendo que el menor se quejara.
—¿Podemos dejarlo?
Eloise estaba empecinada en defender sus ideales, y dejar saber a cada segundo que todo eso le parecía ridículo. Aunque para Adhara fuera extremadamente admirador, ya después de un tiempo de sus quejas le comenzó a parecer cansina. Además de la idea de que Violet siempre lograba su voluntad. No había nada que pudiera hacer.
—Para que la reina te note después de esa interrupción, debes ser perfecta.
Eloise miró a Adhara suplicando ayuda, pero esta solo se encogió de hombros. Tenía que aprender a bailar, sino todo iba a ser un desastre.
—La interrupción fue perfecta.
—Que sorpresa que la tía Eloise no sea el diamante de la temporada ¿No? —Ironizó Benedict a su hija de forma burlona. Esta solo le respondió tocándole el rostro.
—¿Alguien sabía que Colin aparentemente añadió Albania, o algo parecido, a su itinerario de viajero? —Interrumpió un recién llegado Anthony.
—No, pero que bueno que él pueda decidir hacerlo.
—Claro que avisó—Interrumpió Adhara.
—¿Dónde?
—Solo a mí, en una carta—Respondió presumidamente.
