11.- Despedida.

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Hoseok estaba seguro de algo, y es que era impresionante como los días se iban volando cuando deseabas que ciertos momentos no llegaran.

La mañana llego en un parpadeo. Le había sido imposible cerrar sus ojos y cuando se dio cuenta, la luz del sol mañanero entraba por la ventana. A su lado, un pequeño Jungkookie hecho una bolita entre sus cobijas.

La puerta de la habitación se abrió de pronto, por ella, una sonriente Yerim entro. Hoseok se incorporó de su lugar, viéndola con un puchero que no era muy común en él.

—Buenos días, Hoseokie. — saludo en un susurro. Y aunque el pelinegro no tenía ni las mínimas ganas de sonreír, lo hizo; una sonrisa que desapareció en la tristeza de sus fanales cafés.

— ¿Cuándo vendrán por él? — se atrevió a peguntar cuando vio al menor removerse aun dormido, quizá por el ruido a su alrededor.

Yerim lo miro con la pena viéndose en su mirada — Es más seguro que por la tarde. — El niño asintió a sus palabras, y ella, con el corazón chiquito, suspiro acercándose hasta tomar asiento junto a él en la pequeña cama —Vamos, cariño, quita esa carita de tristeza. Estoy segura que jungkookie no le gustara despertar y encontrarte así. — daba pequeñas caricias a su espalda, Hoseok ya sentía sus ojos picar una vez más — Sé que él se convirtió en tu mejor amigo, pero te aseguro que no será mucho el tiempo el que estarán separados.

¿Cómo podía ella saber eso? Hoseok sabía que solo lo decía para hacerlo sentir mejor.

Los adultos siempre creían tener la razón en todo; y aquello era un total fastidio.

Quería estar triste, llorar, gritar si es que se le apetecía, ¿Por qué no podían entender algo tan simple?

Pero el solo asintió, saliendo de la habitación cuando Yerim noona le pidió ir a ducharse para después bajar a desayunar.

Las horas fueron como estrellas fugases.

(...)

Los niños de la enorme casa se amontonaban en las ventanas, la mayoría de ellos ajenos a las nuevas noticias querían saber quién era el afortunado en encontrar nuevos papás.

Fuera del lugar, frente a la puerta principal, con una pequeña maleta y un oso de felpa siendo sujetado fuertemente, un nervioso Jungkook esperaba en compañía de sus noonas y directora.

Sus piernas temblaban, y su hyung no se encontraba por ningún lado.

Esperanzado dirigió su vista hacia aquel lugar donde un solitario columpio se encontraba. La reja comenzaba a abrirse recibiendo un auto de color blanco.

Sabía que era tiempo de despedirse cuando del automóvil bajo la pareja que con una enorme sonrisa lo recibió en sus vidas. Jungkook quería llorar, sus ojos se aguaron de un momento a otro. Hoseok le había prometido estar ahí, y no estaba cumpliendo su palabra como prometió el día anterior.

Sus mejillas fueron besadas por las mujeres por las que fue cuidado el poco tiempo que estuvo ahí. Cada una dedicándole palabras de ánimo y dándole sus mejores deseos.

Tomo su maleta, no pesaba, pues no tenía tantas pertenencias después de todo. Camino hacia sus nuevos padres, siempre teniendo en mente a la mujer que le dio la vida e intento criarlo de la mejor forma hasta que ya no pudo más. Siempre la recordaría; no importaba donde ella se encontrara, siempre estaría dentro de su corazón.

—Hola, Jungkookie. — Saludo la mujer a la que pronto tendría que acostumbrarse a llamar mamá, junto a ella papá sonreía— ¿estás listo para ir a casa?

No lo estaba. Pero las cosas ya estaban hechas y la decisión ya estaba tomada.

Asintió, sin embargo, y cuando la puerta del coche se abrió, esa voz que reconocería incluso estando miles de millones de metros lejos reconocería, lo llamo.

Hoseok corría hacia él, sus ojos estaban rojos pero no había rastros de lágrimas en ellos. Su pecho subía y bajaba por su respiración agitada.

Hubo unos tortuosos segundos de silencio.

Las despedidas siempre eran difíciles.

—Voy a buscarte en cuanto salga de aquí, lo prometo. — hablo el pelinegro, y el niño menor le creyó.

Una mano temblorosa fue levantada hacia él. Jungkook, curioso, la miro, tomando dubitativo lo que le entregaba.

Un corazón de papel entre sus dedos, con una letra descuidada en color negro; te quiero, kookie.

Y ambos sonrieron con el color rojo apareciendo en sus mejillas.

No obstante, Jungkook se negaba a irse sin nada a cambio. Miro a tito en su otra mano, y con decisión, fue ofrecido al niño frente él. Hoseok, con los ojos en abiertos por la impresión, lo tomo.

—Te estaré esperando, hyung.

Hubo un último abrazo, y una promesa flotando en el aire.

El castañito subió al coche, y cuando el portón fue cerrado de nuevo, solo la pequeña mano del niño despidiéndose por el vidrio trasero del auto, fue lo último que Hoseok pudo ver de él.

El tiempo pasaba rápido cuando deseabas que no lo hiciera, pero cuando era totalmente lo contrario, el tiempo podía llegar a ser una perra.

I Love You, Kookie - HopekookWhere stories live. Discover now