CAPÍTULO 8 "El Rescate"

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"Al final somos victimas de las consecuencias de nuestras acciones"

Fue lo primero qué pensó mientras veía el cruce de las grietas del techo con el haz de luz qué se le atravesaba a los ojos. La espalda le ardia por las losas desniveladas del suelo. De reojo observa que al costado habían herramientas de carpintería y objetos desordenados que olían fétido, pero siente cómo su corazón le sale por la boca al ver un maniquí con una vagina podrida cocida en su entrepierna.

Todo se pone oscuro y siente varios golpes en sus piernas y espalda, se dio cuenta que era un sotano, logra alzarse y se aferra al marco de la puerta, le suplica que no la lleve, pero el carpintero extiende su mano y la aferra a su boca y nariz jalandola hacia abajo. Comienza a insultarla mientras bajaba las escaleras.

No podía ver nada, sólo escuchaba unos zumbidos más un hedor putrefacto que le entraba a la garganta hasta revolverle el estómago. El carpintero enciende la luz del único bombillo que alejaba con parcialidad la oscuridad. Por fin pudo ver el origen de aquella peste, un enorme hoyo lo suficientemente profundo como para romperse una pierna. Cientos de moscas se revoloteaban a su alrededor -¿Te gusta?- sonríe el carpintero con una mirada abierta y penetrante.

Beatriz observa con horror el hoyo y el fetido hedor que se elevaba desde allí, era tan asfixiante qué la hace toser hasta vomitar. Cientos de moscas vuelan por encima de ella, contempla con asco la espuma de su vómito y su cuerpo pedía una expulsión más pero se contiene, ya lo votó todo. De repente se escucha una musica suave y poco nítida cómo la de una radio antigua y de hecho lo era. Alza la cabeza y lo primero que ve es esa mirada fija, brillante y desquiciada, con una sonrisa de dientes chuecos que daba la impresión de que fueran colmillos, le pide que se quite la ropa.

Beatriz menea la cabeza, se contrae y apunto de gritar él estruja su garganta y la presiona contra la pared, luego pega el filo de su cuchillo sobre su lengua abierta, sentía el sabor frío del metal mas la sal de su sangre que se chorreaba hacia sus labios. El carpintero con una mirada abierta, demente y llena de ira le advierte con el soplido de su aliento fetido cortar su lengua si se atreve gritar. Ella asiente varias veces y le suelta lentamente, cae al suelo tosiendo hasta llorar. Después de unos minutos el carpintero sin ningún rasgo de sentimiento le pide otra vez que se quite la ropa.

Beatriz observa pérdida el vacío, extiende con lentitud una mano, pero su pulso era torpe y con dificultad se levanta la camisa, el carpintero se detiene y se fija de lo muy bien desarrollados que están sus pechos.

Una lágrima salpica el botón que está desajustando hasta desnudar sus piernas. Aquel hombre observa lentamente su curva, el lunar qué esta debajo de su ombligo y una pequeña cicatriz qué se escapaba por la parte superior de su prenda íntima, extiende su mano manchada y acaricia esa cintura, guiando sus dedos hacia esa cicatriz. Disfrutando el placer que le producia la piel blanda de una adolescente, hasta jalar de esa prenda.

Beatriz cierra con fuerza los ojos y aprieta sus labios esperando lo peor, para su sorpresa siente que sus manos son levantadas y el carpintero la obliga a moverse siguiendo la melodia de la música. Mientras bailaban no separaba su nariz de su caballo, le excitaba su aroma y el rose de su pecho casi desnudo. El único bombillo comienza a titilar hasta que se apaga y ante la profunda oscuridad la empuja al suelo y comienza a insultarla, le agarra con fiereza el brazo y la culpa de haber apagado el bombillo.

Le dolía mucho el brazo y exclama en llanto que no hizo nada repetidas veces, hasta que cae al suelo y el carpintero sube las escaleras cerrando la puerta con llave. Beatriz se sentía asqueada de tener su sudor y saliva sobre todo su cuerpo y caballo, además el hedor del hoyo era todo un obstáculo para contener sus ganas de vomitar. Pero escucha que algo se movía, asustada comienza a temblar y exclama- ¿Quién está allí?- pero no recibe respuesta salvo el sonido de unas pisadas. Beatriz camina lentamente hacia atrás y siente que se tropieza con algo sólido que le tapa la boca y le pincha el cuello, le cuesta mantenerse en pie y sede entre esos brazos palidos qué la esperaban.

Nima - Una depredadora disfrazada de presaМесто, где живут истории. Откройте их для себя