Capitulo 8.

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The other woman- Lana del Rey.

— Por favor — suplico Neferet — me duele —

Se removió entre sabanas con el sudor frio bajando por su frente, cada noche las mismas pesadillas la atormentaban. En unas salía Zacharias, abusando de ella, y en otras la muerte de su hermano, estaba metida en un bucle de autodestrucción que la estaba consumiendo por dentro, que le estaba robando el alma poco a poco. Posiblemente era la incertidumbre de no acordarse del todo de aquella noche, solo tenía lagunas mentales, normalmente veía los ojos marrones de Zacharias, bañados en lujuria mientras la tocaba, y ahí paraba, ya no había nada más.

Abraham se levantó cuando escucho a Neferet suplicar, la removió un par de veces, asustado, no dejaba de suplicar las palabras citadas anteriormente una y otra vez, después, comenzó a moverse de manera violenta, como si intentará quitar a alguien de encima; Abraham, presa del pánico, la abofeteo con fuerza, haciendo que abriera los ojos con rapidez.

— Mi reina — murmuró arrepentido, culpable — Perdón, necesitaba despertarte.

Ella lo miró fijamente y negó con la cabeza restándole importancia. Se levantó con un poco de pesadez, y se vistió, tan solo llevaba una camiseta de Abraham. El rubio estaba mirándola desde la cama, con la culpabilidad en sus ojos.

— Os quiero a todos en dos horas en la sala común, cuando no haya nadie, vamos a hacer una cosa.

Abraham asintió y la chica se fue de la habitación.

Al llegar a la sala común, vio a Olympia en el sofá principal, leyendo un libro. Sus achinados ojos reflejaron la furia que sentía por aquella hipócrita rubia, sí, la soporto por un tiempo, pero no podía olvidar cada comentario dañino que iba hacia su familia, Olympia se había criado en una cuna de oro, siendo la única mujer Salvatore en generaciones; tenía procedencia veela, como consecuencia, los hombres solían besar el suelo por el que caminaba, incluso algunas mujeres, pero eso no funcionaba con Neferet, ella había conocido a muchas, por las mujeres que solían salir con los miembros más poderosos de la Ryu, todas buscaban lo mismo, fama y dinero.

Cuando los ojos azules de Olympia se fijaron en los bicolores de Neferet, sintió el temor en todo su esplendor, le tenía miedo, pero, ¿Quién no se lo tendría?, Neferet era increíblemente malvada.

Quitó la mirada y comenzó a subir las escaleras, todos pagarían por lo que le habían hecho, por la familia Hassan, y toda la Ryu, la cual ya era conocedora de aquella noche.

Neferet salió de la ducha y lo primero que vio su reflejo en el espejo, su piel oscura, pero no como la Blaise un poquito más clara, luego, se fijó en su rostro, sobre todo en sus ojos, bastante rasgados, Neferet tenía una belleza exótica, no era la impuesta por la sociedad; sus ojos eran más rasgados que lo habitual, su cabello, pese a que siempre estaba liso, su estado natural era rizado, su cuerpo no era del todo delgado, tenía estrías y cicatrices, como la de su ojo, y todos los tatuajes que manchaban su piel, ella era hermosa, porque un verdadero artista ve el arte donde otra persona no puede hacerlo.

Jamás se sintió insegura por su cuerpo, Osiris le decía día tras día lo hermosa que era, pese a que había recibido comentarios dañinos por cada rasgo de su físico, gorda, fea, entre otros. Ella se amaba, pese a que su abdomen no era plano, ella siempre decía que Afrodita, la diosa, tampoco lo tenía, y ella, joder, era muy caliente. A parte, por su descendencia japonesa, tenía primas muy delgadas, alguna de ellas se sentía mal con su cuerpo también, por lo que llegó a la conclusión de que todos los cuerpos tenían belleza, y que se la llevara Salazar si mentía.

Decidió no plancharse el cabello con su hechizo, se lo dejo al natural y se arregló los rizos tal y como Osiris la había enseñado cuando era pequeña. Agarro su camiseta de tirantes negra y sus pantalones rasgados del mismo color.

Crucio (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora