Capítulo 21: Triángulo amoroso.

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A G U S T Í N

Tres semanas. Ese era el tiempo que llevaba abierta la investigación para encontrar a mi hija. Y finalmente hoy me reuniría con el detective. No podía esperar para saber qué es lo que había descubierto. Aunque, había alguien más que estaba igual de ansiosa.

-Papi, estoy lista, ¿Ya nos vamos?-Preguntó Pau asomándose por la puerta de mi habitación.

Asentí, contento del proceso de aceptación de Pau hacía su hermana. Al principio no había sido sencillo. Pero finalmente, aprendió a sobrellevar el hecho de que yo tuviera otra hija. Incluso podría decir que saber más de ella le emocionaba tanto como a mi. Es por eso que había insistido en acompañarme a ver al detective esta tarde.

Ya en la camioneta, de camino al restaurante en el cual habíamos quedado en reunirnos, Pau no tardó en expresar dicho entusiasmo.

-¿Crees que la haya encontrado?-Preguntó asomándose por en medio de ambos asientos delanteros.

-No lo sé, todo es posible. Pero yo espero que sí.

-Ya quiero saber qué nos va a decir-Reí ante su impaciencia.

-Pronto lo descubriremos-Asintió con efusividad-¿Cómo crees que sea?

-Mmm... yo creo que se parece a ti. Me la imagino con el cabello liso, castaño oscuro y corto. Con piel bronceada. Y con los ojos color miel igual a los tuyos. Pero bajita, como Caro.

-Bueno, esa es una posibilidad. Aunque también puede que se parezca más a Caro que a mi-La mire de reojo-Sólo imagínatela. Con su cabello castaño, largo y ondulado. De tez blanca y con los ojos verdes iguales a los de Carolina-Sonreí ante esa posible imagen de mi hija. Tan parecida a su mamá. Igual de bonita.

-En ese caso se parecería a mi, ¿No?-Me encogí de hombros.

-Quizá.

Diez minutos después ya nos encontrábamos sentados en una de las mesas del restaurante, esperando a que el detective llegara.

-¿Señor Bernasconi?-Preguntó una voz masculina detrás de mi. Me levanté de mi asiento y giré para estrecharle la mano a un hombre de mediana edad.

-Sí, soy yo. Benas tardes.

-Un gusto. Detective Suárez a su servicio.

-El gusto es mío. Siéntese, por favor.

Asintió y ambos tomamos asiento. Inconscientemente comencé a mover bajo la mesa una de mis piernas con inquietud. Traté de aguardar pacientemente a que él hablara primero. Pero no pude. La pregunta me salió de la boca sin previo aviso.

-¿Encontró algo acerca de mi hija?-Pregunté esperanzado, pero él negó apenado.

-Lo lamento, señor Bernasconi. Hice todo lo que pude. Busqué entre todos los archivos de la base de datos, pero no hay rastro del nacimiento de ninguna niña con los datos de su hija. No se ha registrado a nadie con el nombre de Paulina Kopelioff en todo el año dos mil diecisiete, ni aquí en Argentina, ni en España. Así que me veo en la obligación de abandonar el caso.

-¿Qué? Pero...

-Lo lamento, señor. Pero es imposible continuar con un caso de este tipo, en donde no hay ni pistas, ni evidencias que seguir.

-Pero entonces, ¿Qué puedo hacer para encontrar a mi hija?

-Sabe quién es la madre de la niña, ¿No es así?-Asentí-¿Habla con ella?

-Volvió a España hace como un mes. Pero sí, he estado en contacto con ella por teléfono desde entonces.

-Entonces ¿Porqué no le pregunta a ella?

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora