Capítulo 40: Alejándose de mi.

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A G U S T I N

En cuanto vi su rostro inexpresivo supe que no sería nada fácil lograr que me perdonara. Pero aún así entré cuando me hizo la seña de que pasara. Se sentó en el sillón individual. Yo lo hice en el que estaba frente a ella. Se cruzó de brazos recargandose en el respaldo y me observó con intensidad, esperando a que me dignara a decir algo.

—¿Y bien? Querías hablar, ¿No?—Suspiré hondo al escuchar su voz. Al menos ya me hablaba.

—Más que hablar quiero pedirte disculpas—Me rasque la nuca nervioso, bajo su mirada atenta—Sé que estuve muy mal. No sabes cuanto me arrepiento, pero quiero que sepas que nada de lo que dije fue en serio. Yo... exploté, me dejé llevar tanto por todo lo que había estado conteniendo dentro que no medí las consecuencias—Bajó la mirada con la mandíbula tensa.

—Yo no tenía la culpa—Murmuró.

—No, claro que no. Y tampoco me estoy justificando, porque tú también la estás pasando mal y aún así sigues siendo amable conmigo. A pesar de mi idiotez—Guardé silencio, aguardando a que alzara la mirada.

Mi respiración junto a la suya fue lo único que se escuchó durante los siguientes minutos. Por lo menos hasta que me atreví a exteriorizar una pregunta que me había estado rondando por la cabeza desde hace rato.

—¿Puedo preguntarte algo?—Dije en un murmullo al que ella asintió—¿Cómo es que te sigo importando?

Mi pregunta la tomó desprevenida. Su careta de indiferencia pareció tambalear un poco, pero volvió a recomponerse enseguida. Soltó un resoplido y yo me preparé para el golpe final.

—¿Cómo estás tan seguro de que lo sigues haciendo?

—Porque escuché a Oriana hablando contigo hace rato. Cuando le preguntabas por mi—Suspiró hondo pero no respondió—¿Y bien?—Insistí en voz baja.

—¿Acaso mi respuesta cambiaría algo?—Preguntó esquivando mi pregunta.

—Tal vez para ti no, pero para mí lo cambiaría todo.

—¿Por qué?

—Porque te quiero como no te das una idea y nada hará que eso cambie. Nunca lo dudes. Pero... creí que tu habías dejado de hacerlo—Murmuré cabizbajo.

—Pues no, no lo hice—Alcé la mirada hacia ella, esperanzado—Y tal vez nunca voy a dejar de quererte—Una débil sonrisa se escapó de mis labios—Pero eso no significa que vayamos a estar juntos de nuevo—El alma se me cayó a los pies y la opresión en el pecho volvió a dolerme.

—¿Qué? Pero...—Cerró los ojos con fuerza y me mostró su palma alzada frente a ella.

—Agustín, una disculpa no siempre es suficiente para enmendar nuestros errores. Hay palabras que no se olvidan—Me tragué el nudo de la garganta.

—¿Qué tengo que hacer para que me perdones? Dímelo y lo haré—Afirmé en tono suplicante. Me valía una mierda si me estaba humillando o no. Lo que no quería era volver a perderla.

—Agustín, no insistas. Es mejor que dejemos las cosas así y que cada uno haga su vida por separado—Reí con incredulidad mientras negaba con la cabeza.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora