Capítulo 48: Asfixiada por el miedo

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C A R O L I N A

No lloraba. Al menos no todavía. No me había roto en llanto, como creí que sucedería apenas volviera a casa, pero sí me sentía como un cascarón vacío. Hueca, sin vida. Y mi hermana lo había notado. Supo que algo iba mal desde que me vio cruzar el humbral de la puerta principal y no tardó en encerrarme con ella en su habitación para que nadie más lo hiciera. Yo no dije nada, ni ella preguntó. Sabía que le contaría, pero me estaba dando mi tiempo para hacerlo. Así que se limitadó a esperar en silencio, con mi cabeza sobre su regazo mientras yo sentía el delicado vaivén de sus dedos en mi cabello. Hasta que me sentí lista para hablar.

—Fue él.

Mi voz fue apenas un susurro, pero supe que Natalia me había escuchado porque el movimiento de sus dedos cesó.

—Manuel se llevó a Pau del hospital. Fue él quien la dejó en ese parque—Mis ojos se llenaron de lágrimas por la impotencia y a mitad de la siguiente frase la voz se me quebró—Él siempre supo que estaba viva—Esta vez el silencio se tornó más pesado, más asfixiante.

—No tiene sentido, ¿Por qué habría hecho algo así?—Preguntó en voz baja.

—Créeme que para él tenía todo el sentido del mundo. Él mismo me lo acaba de confesar.

—Pero no entiendo. Pensé que te quería—Suspiré hondo mientras me sentaba frente a ella en la cama.

—Él no me quería. Tenía una obsesión enfermiza conmigo, que es otra cosa totalmente distinta. Y aunque estuvo detrás de mi durante años yo nunca lo vi a él ni siquiera como una opción.

—Pero, ¿Qué tenía que ver Paulina con...—Calló de golpe y por su expresión pude intuir que había encontrado la respuesta a su pregunta. Aún así se lo confirmé en voz alta.

—Fue justo eso: que Paulina no tenía nada que ver con Manuel...

—Pero sí con Agus—Asentí con la cabeza baja.

—Exacto. Y le jodió más que decidiera tenerla a pesar de que ya no estábamos juntos.

—Es increíble lo que es capas de hacer ese hombre por celos. Quiero decir, hacerte creer que tu hija murió solo porque Agus era el papá y no él, es caer muy bajo—Unos suaves toquesitos en la puerta interrumpieron lo que estaba a punto de responder.

—¿Mami? ¿Tía Naty? ¿Está todo bien?—Preguntó Paulina del otro lado de la puerta. Su voz se escuchaba realmente preocupada, así que Natalia se levantó a abrirle en cuanto vio que yo asentía—Mamá, ¿Qué tienes?—No sé si notó mis ojos rojos o la expresión en mi rostro me delató, pero supo que algo no estaba bien apenas me vio. Ambas se sentaron frente a mi. Pensé en mentirle, decirle que no pasaba nada, pero no pude, no a ella. Aún así le disfrace un poco la verdad y le mostré mi mejor sonrisa.

—No te preocupes, cariño. Ya se me pasará—Pau gateo sobre el colchón hasta mi para envolver sus brazos alrededor de mi cintura y recostar su cabeza en mi pecho.

—¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?—El susurro inocente de su pregunta me enterneció tanto que una pequeña sonrisa se escapó de entre mis labios.

—Podríamos volver a casa hoy, ¿Qué dices? ¿No extrañas a papá?—Se separó un poco de mi para sonreírme y asentir.

—¡Sí! Quiero mucho a la tía Naty y a los abuelos, pero el silencio de aquí me hace extrañar a papá cantando por la casa en cualquier momento del día.

Una risa sutil se escapó de entre mis labios porque en el fondo yo también lo hacía. Tanto que ya ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que Agustín había cantado frente a mi, sin necesidad de que tuviera que escucharlo a escondidas.

Papá... ¿Qué es Aguslina? [Editando]Where stories live. Discover now