CAPÍTULO 2

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LUCCA ANDREOTTI

Pasaron cinco años y se sentía como toda una vida; las cosas cambiaron mucho en este tiempo o tal vez yo lo hice, la verdad es que mi vida dio un giro completo y aunque había muchas cosas buenas, me faltaba algo... o más bien alguien...

Mentiría si dijera que no la extrañaba, porque la echaba de menos cada día y cuando me permitía tomarme un segundo para pensar en ella, sentía ganas de gritar; de cierta forma soñar con ella era una tortura, pero también un consuelo; era la única forma de verla.

En cuanto llegué a Italia, prácticamente le ordené a todos que no quería saber nada sobre Alexa, ninguna noticia, foto ni tan siquiera escuchar su nombre; la mayoría pensó que era por el resentimiento entre nuestras familias, pero la verdad era que no soportaba la idea de haberla dejado.

No quería sentir ese dolor en el pecho y no podía permitir que mi mente me jugara una mala pasada, así que me enfoqué por completo en el trabajo mientras mis padres se centraban en la recuperación de mi padre; pasaba todo el día en la oficina y si no estaba ahí, estaba revisando los proyectos o haciéndome cargo del negocio de los Hoteles Golden, no importaba cuan cansado estuviera, continuaba trabajando, porque eso era lo único que me mantenía medianamente cuerdo.

Pietro era el único que estaba ahí, era el único que sabía lo mal que me sentía y lo difícil que era mantenerme alejado, pero a pesar de sus intentos de animarme o tan si quiera llevarme a algún bar para ahogar las penas con alcohol, yo ya no era el mismo; ya no me interesaba emborracharme hasta perder la conciencia o acostarme con cuantas chicas aparecieran en mi camino, ahora solo quería dedicarme a las empresas familiares y hacer que valiera la pena el sacrificio que había hecho.

El primer año fue el más difícil, mi padre no me dejaba tranquilo y yo no discutía con él justamente para evitar alterarlo; en cuanto a mi madre la mayor parte del tiempo estaba tan tensa como un violín y después de un rato, su estado era contagioso; pero lidiar con mis padres no era tan difícil como lidiar con cada reportero que dudaba de mi cambio, aunque no los culpaba, yo tenía una fama terrible, me conocían por romper las reglas, por no tomarme nada en serio, por beber, acostarme con una chica diferente cada noche y en resumen, meterme en problemas; por lo que me costó mucho demostrar que era una persona diferente, que había madurado y que ahora haría las cosas bien.

Tuve que hacer muchos cambios y esforzarme demasiado, pero al final conseguí librarme de mi mala reputación y ahora muchos confiaban en mí; ya no era un desastre, ya no era un heredero consentido y desobligado, ahora era Lucca Andreotti, cabeza del imperio Andreotti y todos sabían de lo que era capaz.

Estaba enfocado en mis responsabilidades y no me quejaba, pero mi padre continuaba complicándome la vida y su última gran idea era por mucho, la peor.

-        ¡No puedo creer que sigue con eso! – exclamé y Pietro me ofreció un vaso de whisky, el cual me negué a recibir

-        No tienes por qué aceptar

-        No pienso hacerlo, no hay forma en que me convenza – aseguré

-        Tal vez convencer no, pero manipular...

-        Pietro... - dije con seriedad y él rodó los ojos

-        Tu padre siempre trata de manipularte, Lucca, eso debes aceptarlo

-        Está recuperándose

-        Lleva recuperándose desde hace más de dos años, te manipula, como ha hecho siempre, pero no entiendo porque se lo permites

-        Yo no...

-        ¡Ay por favor! – exclamó interrumpiéndome – Te manipula y lo sabes, por más que digas que no te importa lo que piense o que no quieres cumplir sus expectativas, al final del día siempre haces lo que él quiere, como cuando te fuiste de Londres

-        Sabes que ese tema no se habla

-        ¡No quieres hablarlo porque sabes que fue un error! ¡Eras feliz en Londres! ¡Mírate ahora!

-        Pietro – repetí para que se callara, pero continuó

-        ¡No! Me he callado por demasiado tiempo, no seguiré viendo como arruinar tu vida; ¡Han pasado cinco años! ¡Dime una sola vez en que hayas vuelto a ser feliz! No eres feliz aquí, Lucca y parece que ya ni te importa.

-        ¡Si me importa!

-        ¡Entonces has algo! Porque, si no, cuando menos te des cuenta estarás metido en ese matrimonio arreglado, trabajando veinticuatro horas al día sin volver a ser feliz

Las palabras de Pietro eran duras, pero también eran ciertas; desde hace cinco años que no era feliz y estaba tan acostumbrado que ya no le tomaba la debida importancia, pero recordaba perfectamente como se sentía ser feliz; recordaba la facilidad con la que podía sonreír y como se me hacía más sencillo respirar... hace mucho que no sentía eso y tenía miedo de olvidarlo.

En cuanto a lo otro que dijo, ese era un tema aun más complicado; desde hace unos meses mi padre tenía un plan maquinándose en su cabeza, quería que nuestra familia se uniera con la familia Mancini y según él, existía una forma muy fácil de lograrlo, que me casara con su hija.

Conocía a Chiara Mancini desde hace más de diez años; era una chica divertida, alegre y amable, además era muy hermosa, pero a pesar de todo eso, me era imposible pensar en ella como algo más que una amiga y tan siquiera considerar casarme con ella, me parecía una locura.

No quería un matrimonio arreglado y Chiara no merecía pasar su vida con alguien que nunca podría amarla, al menos no como se merecía y yo no podía imaginarme una vida donde amara a alguien más, porque mi corazón ya tenía una dueña y si durante todos estos años eso no había cambiado, no iba a hacerlo ahora.

-        Iré a Londres en unos días – informé rompiendo el silencio

-        ¿Para renovar la tregua?

-        No solo por eso – admití

-        ¿Entonces?

-        Quiero verla, quiero saber como está, quiero...

-        ¿Quizá recuperarla? – preguntó y asentí

-        De seguro me odia... - murmuré más para mí que para Pietro

-        Encontrarás la forma de arreglarlo y yo voy a ayudarte – declaró con seguridad

-        Gracias

-        Alguien tiene que asegurarse de que no lo arruines

-        Cuanta confianza – respondí y ambos reímos

Volvería a ver a Alexandra, eso me emocionaba y me aterraba en partes iguales; pasaron cinco años, mucho había cambiado y la última vez que estuvimos juntos, todo terminó en desastre; pero realmente deseaba verla, decirle que lo sentía y tal vez... decirle que nunca dejé de amarla.

Cada día de los últimos cinco años pensé en ella y en lo que le dije; no conseguía olvidar sus ojos llenos de lágrimas ni como temblaba mientras me gritaba que me fuera, no podía olvidar el dolor en su mirada cuando me escuchó decir que todo fue un error y quizá jamás podría olvidarlo, porque le prometí que nunca le haría daño y rompí esa promesa.

Por cinco años me esforcé en mantener la distancia, me esforcé en concentrarme en el trabajo y en convertirme en la persona que deseaba ser, pero ese vacío continuaba en mi pecho y no había nada que lo llenara; pensé que, si evitaba hablar de ella, si evitaba ver una foto suya o sin tan solo ignoraba todas las noticias que la mencionaban, quizá podría vivir con las consecuencias de la decisión que tomé, pero pensar eso fue engañarme.

Dejarla fue un error; decir todas esas mentiras, fue un error; pero ahora tenía la oportunidad de arreglarlo, solo esperaba que no fuera demasiado tarde.

IMPERIOWhere stories live. Discover now