CAPÍTULO 20

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ALEXANDRA PEMBERTON

Todas las dudas se despejaron y solo hizo falta un beso para saber que mi corazón jamás podría dejar de amarlo; Lucca siempre sería la elección correcta y aunque cometimos muchos errores, no lo dejaría ir, porque era mi gran amor; así que no seguiría arrastrando el pasado, porque eso al final no me permitía llegar a ninguna parte.

-        Realmente deseo tenerte así para siempre, poder besarte, tocarte y mil cosas más que prefiero no decir en voz alta – acarició mi mejilla con delicadeza y me hizo reír – Pero voy a esperar; quiero ir despacio, principessa e ir enamorándote con detalles como la primera vez.

-        Ya estoy enamorada de ti – respondí devolviéndole la sonrisa – Nunca dejé de estarlo

Esa era la verdad; podría escribir cientos de páginas detallando cada momento donde él me enamoró, podría hablar por horas sobre las cosas que me encantaban de él o componer una melodía para que sintiese como se aceleraba mi corazón cuando estaba cerca.

El amor que existía entre nosotros era demasiado grande e intenso, de esos amores que te roban el aliento y aparecen incluso en tus sueños; Lucca entró a mi corazón sin avisar, invadió mi mente, mis deseos, mi piel y mis sentidos, me enseñó que era capaz de volar, aunque sentía las alas rotas y después de conocerlo, nada fue igual; luego tomamos caminos separados, lastimándonos en el proceso, pero seguíamos llevándonos por dentro, con los mismos sentimientos.

Pasaron años; aprendimos, maduramos, sanamos nuestras heridas, aunque algunas permanecieron, entonces él volvió, desestabilizando mis emociones y todos esos sentimientos que me esforcé por enterrar, salieron a la luz demostrándome que nuestro amor era más fuerte que el tiempo y las heridas.

Intenté odiarlo y acallar los latidos frenéticos de mi corazón, pero fue imposible y tal vez era cierto que existen quienes intentan odiarse porque un día se amaron con locura; pero el amor es un arma de doble filo, porque cuando pierdes al ser amado, ese sentimiento se queda contigo, recordándote lo fácil que resulta salir lastimado; sin embargo, siendo completamente honesta no importaba la posibilidad de resultar herida, porque, aun así, sentir lo que sentía por Lucca valía la pena.

Nacimos destinados a ser enemigos, pero juntos éramos la unión más bella escrita en las estrellas; juntos éramos intocables, brillantes e inalcanzables.

Nos educaron para odiarnos hasta el punto en que buscáramos destruir al otro, pero el destino tenía otros planes y así fue como los enemigos mortales terminaron convirtiéndose en amantes; como Romeo y Julieta, estábamos destinados a acabar con el otro, pero en cambio decidimos permanecer juntos y escribir nuestra propia historia.

Confiaba en nosotros, confiaba en lo que teníamos y en los que sentíamos, confiaba en él por completo y estaba cansada de negarme a aceptar lo que mi corazón pedía a gritos; Lucca y yo éramos magnéticos, nuestra conexión era imposible de romper y eso estaba bien, porque esa conexión, ese reflejo de amor en su mirada era lo que más me hacia sonreír.

Cuando le dije que no podíamos besarnos, no fue porque no quisiera hacerlo, la realidad era que besarlo era mi mayor deseo, pero nuestro beso me nublaba la mente, era ese beso en el que no puedes dejar de pensar, un beso que lo cambia todo, pero ahora que por fin habíamos vuelto a besarnos, no quería dejar de hacerlo.                                                                                                                                                 

Lucca acariciaba mi mejilla con cuidado, como si fuera tan frágil como una flor, pero mi piel ardía debajo de su toque y sentía fuegos artificiales estallando en mi pecho; tenía tantas emociones acumuladas en mi interior que me sentía a punto de perder el control, pero en lugar de apartarme, acorté el espacio entre nosotros y volví a atrapar sus labios con otro beso.

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