CAPÍTULO 28

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ALEXANDRA PEMBERTON

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ALEXANDRA PEMBERTON

La cena salió de maravilla; la madre de Lucca era realmente agradable y la poca incomodidad inicial que había en el ambiente fácilmente se disipó; la conversación fluyó de forma natural y el amor con el que Bianca miraba a Daphne terminó por volver este momento perfecto.

No importaba cuales fueran nuestros apellidos o el hecho de que por cinco años mantuve la identidad de Daphne en secreto, para Bianca lo importante era el presente y eso me hacía sentir mucho mejor; ella no me guardaba resentimiento ni me odiaba solo por la familia a la que pertenecía, era una mujer amable y muy dulce, era realmente carismática, además de comprensiva y de cierta forma ahora que la conocía entendía como Lucca pudo crecer tan bien a pesar de la forma como lo trataba su padre.

En cuanto Daphne se fue a dormir, tuvimos que responder algunas preguntas, pero en ningún momento se sintió incómodo y cuando terminamos de hablar, Bianca me abrazó con fuerza lo que ciertamente consiguió sorprenderme; ella no me juzgaba ni me cuestionaba por mis decisiones, simplemente me abrazaba reconfortándome y eso me hizo sonreír.

Después de ese abrazo Lucca le explicó la situación en la que nos encontrábamos y entonces pude ver otro lado de Bianca Andreotti; ella estaba furiosa por la conducta de su esposo e iba a tomar cartas en el asunto; por lo que sabía normalmente su postura era neutral, pero justo ahora estaba de nuestro lado y eso era importante no solo para Lucca, si no también para mí.

Quería que mi hija creciera en contacto con sus abuelos paternos, quería que pudiera sentir el amor italiano del que tantas veces escuché hablar a Lucca; quería que pudiéramos viajar a Italia juntos y que Lucca le mostrara todos esos lugares que eran especiales para él; quería que viviéramos una vida plena sin tantas complicaciones.

Lucca acompañó a su madre de regreso al hotel y al despedirme de ella, no dude en invitarla a almorzar con nosotros al día siguiente, invitación que aceptó encantada y me pidió que me despidiera de Daphne por ella.

En cuanto se marcharon me dirigí a mi habitación y me despojé del vestido para colocarme el pijama; me desmaquillé y cepillé mi cabello para después atarlo en una cola alta, pero antes de que pudiera hacer algo más, Daphne entró a la habitación frotando sus ojos con el dorso de su mano y solo pude sonreír.

-        Mamá... ¿Puedo dormir contigo? – preguntó y asentí abriendo los brazos para recibirla

-        ¿Qué paso, pequeña? – pregunté llevándola a la cama y acunándola en mis brazos

-        ¿El padre de Lucca no me quiere?

Su pregunta me tomó desprevenida y francamente se sintió como un balde de agua fría cayendo directamente en mi cabeza; no quería que ella se involucrara en todos estos problemas, no quería que se sintiera mal o que se viera afectada por cosas que a su corta edad no podría entender, quería protegerla de todo lo que pudiera hacerle daño y estaba fallando.

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