20.Un adiós

34 10 0
                                    

20 de septiembre del 2020.

Lorena.

Entonces te vas.

Escuché cómo su madre lo llamaba, sentí lo agitada de su respiración.

—Es la mejor universidad en ese sentido.

Un latigazo fortuito agredió el muelle en que se había convertido mi corazón. Dylan tenía una beca en una universidad extranjera, Dylan había ocultado que había estado tomando clases de inglés con ese propósito.

—¿Por qué? —apreté los labios— ¿Por qué hablas hasta ahora?

—No estoy terminando contigo, Lorena. Tampoco quiero suspender lo que tenemos, no es lo que te pido.

—Me pides una relación a distancia. —Solté, colérica. Con ganas de derruir todo a mi paso.

—Podemos intentarlo.

—Ni siquiera fuiste capaz de hablarlo conmigo antes, tenías que esperar hasta hoy.

—Por favor...

Me sentía con un peso gigantesco entre mis manos, nuestra relación. Me arrastraba con fervor pensar que podía ser egoísta por el simple hecho de que temía de nosotros en una relación a distancia, que no quería. Pero entonces le estaría quitando algo más a su vida, había perdido a Oslo...yo no podía quitarle algo más.

—Lorena...

Apreté el teléfono en mis manos y contuve las ganas de liberar lo que entre mí sacudía con lágrimas.

—Tenía que suponer que la actitud de Naomi no era normal...te ibas. Te vas.

—Vendré cada que terminen lo semestres, solo no te cierres a nosotros. Te amo, Lorena, no pienso más que en ti y lo bello que son tus ojos reflejando lo que tenemos. Lo linda que te ves al adentrar tus dedos en tu pelo...pienso en el día que te conocí y tu mirada. Pienso en tu voz, me vuelves loco...si tengo que probarte que puedes confiar en mí, pues lo haré. Pero no renuncies a nosotros.

—Déjame pensar.

Colgué dejando el teléfono a un lado y abrazando mis rodillas, me mecí en mi cama mirando hacia la puerta de mi baño.

Escuché la puerta de mi habitación abrirse, mas no me preocupé en mirar a la persona que entraba.

—Mi niña —la cama se hundió a mi lado, segundos después unos brazos me halaron hasta su regazo y deslizaron los dedos por mi pelo.

—Se va...—logré articular, vertiendo mis lágrimas en la ropa de Nana.

Mis ojos eran la clara definición del río Misisipi; un caudal.

—Va a cumplir su sueño, cariño, lo hace por él.

Lo hacía por Oslo. Iba a estudiar veterinario, siempre lo quiso, pero supongo que algunas desgracias impulsan más nuestros sueños.

—Me duele —sollocé estrujando mis ojos, barriendo las lágrimas con ímpetu.

—Ay, cariño, no sabas cómo lo siento.

Los días se esfumaron, con ellos las horas que compartía con él.

Sin embargo, si tenía que elegir los días más especiales a su lado serían esos, cuando la fecha se acercaba vertiginosa, sin sopesar el daño que nos hacía.

¿Después de la tormenta viene la calma? Sí, pero a veces traía consigo parte de la oscuridad. Me sentía más perdida conforme pasaban las horas, miraba el reloj en la cocina de Dylan y mis ojos se empañaban.

—Deja de hacer eso —me había dicho alguna vez, batía alguna mezcla de lo que se suponía sería nuestra comida.

Recuerdo que aparté la vista fácilmente, lo difícil fue apartar las lágrimas.

También recuerdo que esperamos el crepúsculo en el techo de su casa, acurrucados piel con piel. Miramos las estrellas, Dylan había confesado que ninguna brillaba más que mis ojos cuando lo reflejaba a él. Sentí cómo la soga tiró de mí hacia el valle de las lágrimas, como comprimía mi estómago en un amarre agonizante. Tuve que jalar con furia para no sumergirme en él.

No obstante, pequeños trozos de mi corazón se diluyeron y dos reliquias de mis ojos dieron paso. Dylan las limpió con sus dedos y besó ese lugar. Evoqué cómo sus labios carnosos humedecieron los míos, la manera en que todo se extinguió a nuestro alrededor y nos sumergimos en una burbuja donde solo había paso para dos: él y yo.

De pronto estaba encima de mí, moviéndose con efusividad, con descaro. Mi boca le correspondió como lo que era; un desierto anhelante de lo que el podía ofrecerme. Se dispararon fuegos artificiales de mil colores a mi lado, disfrutando del momento.

Me dejé llevar con sensaciones inefables, me sumergí en lo suspendido y me olvidé de que fuera de lo que ocurría con nosotros había un mundo. Cuando dejó mis boca, le di espacio en mi cuello para saciar mi necesidad. Hicimos cosas que nunca, le hice cosas a él que nunca pensé, ahí, en el techo de su casa. Me dejó sin aliento la manera en la que trató mi piel, no hubo lugar sin ser saciado de sus besos. En fin, no pude evitar mirarlo lejos mientras disfrutaba de su ataque, tampoco pude evitar soltar más lágrimas que lo alertaron.

Supuse que no volvería a tenerlo de esa manera en mucho tiempo, sin embargo, no hubo más que amor en todo lo que expandió en mi anatomía.

Llamadas incesante, miradas, sonrisas, palabras, gestos, caricias...no había manera en que me cansara de eso, aunque se escuchase monótono.

Mas, y aunque rogamos a las horas, nadie detiene a la marea creciente.

Y el día se aproximaba sin ánimos de retroceder.

Molestando a Lorena ✔️Where stories live. Discover now