Todavía

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-Mags me preguntó si habías hablado con Heavensbee. Parecía preocupada.

- ¿Qué le respondiste?

-La verdad: no lo sé. Y aunque lo hubiera sabido, apuesto a que prefieres decírselo tú mismo- él sonrió, asintiendo. Sí, Annie parecía entender muy bien su secretismo: podía imaginar la molestia de Mags al darse cuenta de que Annie no sería una manera fácil de saber sobre su paradero y conocidos. Annie, después de todo, era dulce y de alguna manera todavía ingenua, pero no estúpida: claro que podía leer segundas intenciones, por más que no fueran malas-. Dijo que preguntaste por él antes, y supongo que no le agrada, pues no parecía nada contenta. ¿Tiene algo que ver con tu última llamada antes de volver a casa? ¿O eso fue por otra cosa? ¿Puedo saber a qué se debió? - preguntó mientras se acurrucaba contra él: su cabeza descansaba en su brazo mientras lo miraba con atención. Normalmente, si estuvieran acostados, ella podría apoyar la cabeza en su hombro cómodamente, pero como estaban sentados en su sofá, la diferencia de altura no se lo permitiría. Su pequeña figura y sus ojos celestes eran solo algunos de los innumerables rasgos que encontraba adorables en ella: adorablemente hermosa.

-Tienes que dejar de preguntarme cosas con esa cara- Annie frunció el ceño confundida. Finnick solo sonrió, divertido por la linda expresión en su rostro: no debería sorprenderse en ese punto de su relación, pues Annie era un encanto natural como él, pero no se daba cuenta y era tímida al respecto-. ¡Ves! Es injusto: no estás jugando limpio...

- ¡No estoy jugando! - respondió ella, algo tímida, pero mantuvo los ojos en los de él, conteniendo la sonrisa al notar la alegría en su rostro-. Y esa es solo mi cara, no puedo evitarlo: ¿debería cambiarla? - ironizó fingiendo un tono complaciente, sacándole una risita. Ella también se rió cuando él le dio un rápido beso en la nariz, acariciando su mejilla.

-No te atrevas: le tengo mucho cariño- dijo suavemente, besando su frente. Annie hubiera deseado que él la besara en los labios-. Eres muy bonita- susurró acercando sus labios a los suyos, antes de separarse, dejándola con las ganas-, por más que sea injusto para mí...- él estaba bromeando con ella, y aunque Annie disfrutaba de esos pequeños juegos bobos, no olvidaba su pregunta.

-Deja de jugar conmigo, amor: si no puedes decirme lo que pasó en el Capitolio, puedes responderme eso sin bromear -dijo, poniéndose más seria en su tono al final de la oración-. Sé que puede sonar falso, pero lo digo en serio- Finnick suspiró: como bien pensó, Annie no tenía un pelo de tonta, pero tuvo que intentarlo. Francamente, él no decidía aún si era buena o mala idea contarle o no.

Él confiaba en Annie casi peligrosamente, a ciegas: su temor no era porque fuera a delatarlo, y sospechaba que ese nunca sería el caso. No, su miedo era por el bien de ella, como siempre.

Finnick se sentía vigilado y constante en peligro de ser asesinado desde que salió de la reunión rebelde de Heavensbee, amenazado tanto por los rebeldes como por Snow. Ese era un juego peligroso, y sabía que, si entraban, no serían más que peones: sacrificables por la victoria. Si existiera la posibilidad de ganar, Finnick podría aceptar eso para él, pero Annie no era sacrificable. No quería que se sintiera amenazada por ambos bandos de una guerra que los superaba: ella ya vivía con miedo, eso solo lo empeoraría.

Pero claro, tampoco quería mentirle.

Aún recordaba sus palabras de la noche en que le confesaron sus sentimientos, y se odiaba a sí mismo por haberla hecho sentir estúpida al subestimarla...



"Estoy harta de que me traten como a una tonta. No estaré bien de la cabeza, pero sé cuándo me mienten... ¿No merezco la verdad?"

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairWhere stories live. Discover now