Cenizas

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-Esa fue la casa de Pacífica Davies, ganadora del primer vasallaje de los 25. Murió hace un par de años de "la enfermedad", la que mató a la mayoría de ancianos en el distrito...

-...Sí sé cuál. Mató a todos mis abuelos vivos. Incluso yo me enfermé: fue horrible. Mi mamá me daba por muerta.

-Tuviste suerte de sobrevivir. Tenía una hermana: debería tener tu edad, pero murió por esa enfermedad maldita.

-Siento oír eso.

Annie realmente no sabía cómo terminó hablando con Tiberius, pero allí estaba, frente a la casa abandonada de Pacifica Davies, recordando la terrible enfermedad.

El distrito 4 no era un distrito pequeño: te podía tomar horas ir de un punto a otro, y alberga aproximadamente a más de ciento diez mil habitantes, quienes se extendían desde las zonas enriquecidas del norte y centro, hasta los hogares apilados del muelle, pasando por la gente de las fronteras del distrito a los indigentes, y, por último, a los vencedores y sus familiares en la isla. Era el séptimo distrito más grande en términos de población y el quinto más rico en términos de teselas solicitadas: resultaba en un lugar abarrotado, milagrosamente no contaminado, y encantadoramente playero para vivir y llamar hogar, a pesar de la constante tragedia que lo acechaba. Los muertos se compensaban rápidamente con los nacidos, y en general, la vida era próspera en términos generales, si sabías huir a la violencia, enfermedad y el mar, siempre al acecho de ahogarlos.

Esa maldita enfermedad, en menos de 2 meses, acabó con arriba de 500 personas, la mayoría ancianos, pero no exclusivamente. Niños muy pequeños, embarazadas y desnutridos la padecieron igualmente, y muchos fallecieron gracias a ella. Comparado a los cientos de miles en el distrito, la ausencia de 500 personas casi no se sentía, pero claro, el poco tiempo y las cruentas muertes de los infectados, sumado a los miles de enfermos sobrevivientes para recordar el horror de esas semanas, hicieron que el incidente quedó grabado en la mente colectiva y en los terrores nocturnos. Los más locos aseguraban escuchar aún los gemidos moribundos de los enfermos y los gritos de los familiares en duelo al anochecer...

Ese año, el del huracán que destrozó casas de la zona costera y pobre, y la enfermedad misteriosa que mató y adoleció a tantos, era considerado como un año maldito para el Distrito 4, y francamente, Annie pensaba lo mismo. Finnick perdió a su madre, Mags a su esposa, ella a sus abuelos, Tiberius a su hermana, y en general, todos sus conocidos habían perdido durante esos fríos meses de inicios de otoño.

Su distrito, normalmente alegre y fiestero, seguía siendo el mismo, pero de luto, llenando las calles de velas y flores para sus difuntos, tocando canciones en la playa para distraer a la mente del llanto, y regando el muelle de adornos para los mismos muertos queridos, quienes descansaban hechos cenizas en el inmenso mar azul. Aquellos ritos fúnebres se hacían durante la última semana de octubre y la primera semana de noviembre, pasando de lo más solemne a un desmadre otoñal para recibir los meses fríos con ánimo y despedir a las almas andantes. De acuerdo a Finnick, el 4 era de los pocos distritos en mantener cualquier tipo de festejo de índole espiritual en Panem, y si bien Marlowe siempre lo había considerado estúpido, tanto Annie como el rubio pensaban que, real o no, esa fiesta extraña al menos conservaba la moral alta en el distrito, algo que ni el terror sembrado por el Capitolio ni la tragedia de su playa había conseguido menguar, y ese era su encanto. El 4, a pesar de todo lo malo, bailaba y cantaba, y eso lo hacía su hogar.

Su tragicómico, peligroso, hipócrita, surreal y querido hogar de arena blanca, sol dorado, y mar azul.

-El 4 parece buscar motivos para salir de fiesta, incluso durante el luto- comentó Tiberius después de un rato callados, comprendiendo que, si la dejaba, Annie perfectamente podría quedarse allí, sentada en silencio, pasando del mundo entero. La pelirroja disimuló su sobresalto antes de responder.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairWhere stories live. Discover now