Ruptura

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-No vas a volver a tocarme ¿verdad?

-Buenos días a ti también, amor- Annie entornó los ojos, claramente molesta por su sarcasmo, pero, aun así, tomó su lugar en el mostrador donde había dejado su desayuno: era difícil mantenerse indignada con el estómago vacío-. ¿Podemos no hablar de esto ahora? Es demasiado temprano y tendré que irme en un par de días...- dijo mientras acariciaba su mano sobre la mesa, dibujando pequeños círculos sobre su piel pecosa-. Lo siento mucho, amor. No fue mi intención...

-Eso es parte del problema: soy yo quien debería disculparse, no tú. Para, por favor- Finnick se calló, pero porque estaba confundido por sus palabras-. Te hice daño...

Se habían dado cuenta de que la paz nunca duraba demasiado para ellos, ya fuera por el caos exterior o por sus heridas sin sanar, mismas que parecían empezar a sangrar cada vez que se permitían bajar la guardia debido a la falsa ilusión de sentirse a salvo. En el fondo, ambos sabían que sólo estarían a salvo en "El Viejo más acá", una creencia sostenida por los ancianos de su distrito, Mags incluida: su paz había sido el precio por su supervivencia junto con su libertad, y ahora tenían que vivir con las consecuencias, y a menos que murieran trágicamente jóvenes, eso significa que tendrían que soportarlo durante mucho, mucho tiempo. Para Finnick, alguien con poca fe respecto a la vida más allá de la muerte, escuchar que solo entonces sería "libre" por parte de los vencedores viejos se sentía como una broma de mal gusto, una que solo Mags había tenido la prudencia de no repetir en su presencia. Al menos Annie todavía encontraba cierto consuelo en esas creencias, o al menos se obligaba a hacerlo. "Si no lo creo, entonces mi tía y padres murieron de la forma más cruel e injusta, y ahí se acabó todo: no puedo permitirme pensar así, no si quiero dormir algo", le había dicho el otoño pasado, y Odair lo respetaba.

Primero, su paz ha sido interrumpida por sus primas y su desafortunada situación: había sido caótico y trágico para ellas, pero ambos habían disfrutado de su dulce e inocente compañía durante todos esos días sin remordimiento o pesadumbre alguna, pues sabían que tal alegría no volvería a ocurrir en mucho, mucho tiempo. Para su tranquilidad, su tía le había dado la razón a ese viejo dicho que afirmaba que la yerba mala nunca moría al recuperarse en cuestión de días tras el regreso de Miriam y Doris a su hogar, calmando sus nervios sobre dejarlas con su irresponsable y adúltero padre: aunque Nora fue una tía y hermana terrible, al menos era buena na y sobreprotectora madre. Finnick sabía que estaban a salvo...

Ahora, con su seguridad y la de las niñas momentáneamente garantizada, eran sus propios fantasmas los que los atormentaban. Amar a alguien que comparte la mayor parte de tu trauma era como manejar un cuchillo de doble filo o caminar por un sendero lleno de hermosas rosas espinosas: por un lado, nadie podría comprender mejor su situación, pero por el otro, eso significaba que la persona estaba tan, menos, o más rota que uno mismo, cerrando la posibilidad de encontrar paz junto a alguien ajeno a la corrupción que venía con sobrevivir a los Juegos del Hambre...

-No me lastimaste, Annie- le aseguró con cariño, pero con firmeza, pues no quería que ella siguiera pensando eso por más tiempo-. Jamás podrías hacerme daño: yo soy el problema, y lamento que tengas que soportarlo...- Annie detuvo el incesante movimiento de sus dedos sobre su mano para tomarla entre las suyas-. No debí...

-Estabas teniendo una pesadilla. Te provoqué una pesadilla...- lo corrigió ella imitando su tono cariñoso pero severo, mirándolo directamente a los ojos-. Y entonces intenté despertarte: casi me empujas, pero no lo hiciste. Incluso si lo hubieras hecho, estabas medio dormido: nunca podrías hacerme daño tampoco, y aunque lo hicieras, no lo harías a propósito. Nuestro amor es como un espejo: yo no te haría daño, y tú no me harías daño a mí, nunca a propósito. Pero si alguien lastimó a alguien, ese fui yo, y por eso, lo siento...pero no tienes por qué evitarme...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora