Capitulo; 12

150 7 19
                                    


Shura.


Decepción. De alguna manera ese era el sentimiento que embargaba mi pecho cuando cruzaba su desolado templo nuevamente, una extraña sensación de vacío agudo y desesperanzador como un torrente de lluvia en un mes de verano. Sentía su ausencia hasta los huesos, era como volver a esos tiempos en los que definitivamente no tenía el pensamiento de que lo volvería a ver, era como recordar que lo había matado y que yo era el causante de la falta de su presencia. ¿Está vez también era mi culpa?, ¿Era ahora mi culpa que no estuviera aquí, como en ese entonces?. Claro que sí. Toda la tragedia que rodea a Aioros era únicamente por mi causa, yo era el principal verdugo de sus pensamientos, de su muerte, de sus sentimientos. Yo soy. Lo soy. ¿Me arrepiento de eso, de hacerle daño constantemente?: Toda la vida. Siempre.

Pero ese era mi problema.

¿Cómo sabía que no todo se trataba de un sentimiento de remordimiento?, ¿De una sensación de culpa irremediable?, ¿Cómo sabía yo si no era solo eso?. Corresponder sus sentimientos, los cuales ni él mismo tenía claros era como ir en contra de mis propias inseguridades infundadas por el tiempo. Aioros no merece tener mi peor versión -Que sería todo de mí-, Aioros no merece lidiar con mis pecados sin perdón alguno, Aioros no merece estar con alguien tan malditamente roto como yo, Aioros era bueno. Yo no lo merezco a él. Y más que preocuparme por sus esclarecidos sentimientos, sentía vergüenza y confusión por lo que significaba en su vida. ¿Quién era yo en su vida más que el estoico niño Español que entrenó en los Pirineos sin descanso alguno?, ¿Más qué el infante que seguía sus movimientos con admiración reluciendo en sus ojos?, ¿Quién era yo, más qué su asesino?. Sí, ¿Cómo podría ser tan masoquista al pretender quererme?, ¿Cómo podría yo darle algo que no era mío?: Mi vida. Esta pendía de un hilo en sus manos. Siempre en sus manos.

Acaricié la capa del libro. A mi derecha Camus de Acuario rebuscaba con envidiable concentración los registros del santuario sin cesar. El patriarca estaba desesperado por una respuesta clara sobre la situación de Athena y del santuario, aunque no se notara naturalmente, la perdida de control se hacía cada vez más evidente sobre él. Pero no éramos nadie para cuestionarlo, ningún caballero, aparte de Dohko de Libra se atrevía a preguntar más allá de lo permitido. Aunque la incertidumbre nos carcomiera la cabeza a todos por igual manera.

-¿Encontraste algo? -. Inquirió y negué con frustración. Ya llevábamos dos días haciendo esta labor -. Yo tampoco. Los registros están en desorden e incompletos.

Aparté la mirada del libro de la historia griega y fruncí los labios pensativamente. Una idea surcó mi cabeza a la velocidad de la luz, pero se fué casi al instante como llegó: sorprendentemente rápido.

-¿Incompletos? -. Asintió y me pasó el libro que estaba en sus manos. Lo abrí al instante.

-Sí. Faltan algunas páginas, es evidente que fueron arrancadas de adrede por alguien que no le convenía para nada que se supiera lo que decía allí -. Señaló mientras rozaba con mis dedos el áspero y antiguo papel de caña de azúcar -. Son los artículos de Sísifo de Sagitario. El antecesor de Aioros. Aunque en la parte de Cáncer también faltan algunos de los prescritos de como manejaba su técnica de combate. Algo que ya sabemos así que no me pareció importante agregar -. Concluyó volviendo a abrir otro libro con una capa aún más gruesa que el anterior. Suspiró con cansancio.

Volví mi mirada hacia el registro antiguo de los caballeros dorados del siglo anterior. Tal vez fué la curiosidad la que me arrastró a llegar a los relatos del décimo guardián de ese entonces. El Cid de Capricornio.

Camino A Las Estrellas.Where stories live. Discover now