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Hongjoong.

El verano no había sido para nada emocionante.

En realidad, mi verano no había sido emocionante. Quiero decir, no al menos como lo era antes, porque existía esa instancia en mi vida donde aquellos días de calor eran los más esperados para mi al saber que me la pasaría jugando juegos en línea hasta la madrugada con Yunho, San y Yeosang, que podría ir al departamento de Seonghwa a beber o hacer la previa antes de ir con los chicos a algún bar o una discoteca.

Ahora solo me quedaba en la noche en casa y viendo una y otra vez las mismas caricaturas animadas para niños pequeños, en este caso, para mi hijo. Pero creo que lo compensaba al verlo tan feliz, sus ojitos se iluminaban y su sonrisa se hacia grande cuando le ponía una, al menos una media hora cada día, ya que no quería que se acostumbrara tanto.

A veces hacia sonar sus juguetes y yo solo lo veía desde mi cama, desde el sofá, o desde estuviera a una distancia considerable en la que pudiera cuidar de él, y todo se reducía a lo que era yo. Era como si hubiera perdido mi humanidad por otra.

Los chicos habían hecho de sus vacaciones lo que supone que debían ser, y eso lo sabía, porque estaban todos ocupados, en ciertos días.

—Estabas con mucha hambre, ¿no? —le pregunté a mi bebé en el momento que le di su biberón.

A sus cuatro meses, estaba un poco más inquieto que los meses anteriores, pero suponía que así era su crecimiento y me ponía feliz que estuviera todo bien, a menos eso me decían en las consultas. Daehyun era un bebé sano, era lo único que me importaba.

Sí, era lo único que importaba.

Podía sacrificar mi vida entonces, así es como me sentía a veces. Encerrado en las cuatro paredes de mi habitación, observando a mi bebé y percatándome que este bien, que solo él esté bien.

Hubo un día en que vi a Eunji, su niña estaba más grande desde la última vez que la vi. El sol ese día estaba más potente que días anteriores y salir afuera a veces no era una opción, pero era necesario para mí, suponía, no podía estar todo el tiempo en mi habitación, decía mi madre.

Aunque, ese día era último que la vería.

—¿A dónde te vas? —le pregunté cuando me dijo que se mudaría. Me lo tomé de sorpresa, pero suponía que era algo que las parejas hacían.

Ella me miró y sonrió. Era sincera, siempre lo era.

—A Goheung —hizo una mueca. Eso era casi siete horas desde Seúl—. El tío de Seojun es presidente de una clínica allí, mi novio se ya graduó de ingeniería y está en la dirección médica hace un mes.

—Pero... ¿ya no iras a la universidad? ¿Te irás con él?

—Oh, si iré, pero me voy a transferir a otra universidad —dijo mientras le daba de lactar a su hija—. Se podría decir que tengo un cupo como odontóloga en la clínica.

—Vaya —sonreí apretando los labios—. Y yo que me renuncié de la carrera.

—¿Qué? ¿Renunciaste? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? —frunció el ceño y me sentí extraño.

—Bueno, en realidad nunca me gustó la carrera y solamente entré por presión —hice una mueca, me sentí tenso y ella relajó su mirada, entonces asintió.

—Entiendo, debe ser frustrante —murmuró, asentí y moví con mi pie la carriola donde dormía mi bebé—. Pero estuviste casi cuatro años, aguantaste bastante.

—Sí, lo sé —suspiré.

—¿Y qué harás?

—Me inscribí en una academia de artes —sonreí y la miré, ella alzó las cejas.

midnight mess | seongjoongWhere stories live. Discover now