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Seonghwa.

La nieve caía lentamente a medida que íbamos acercándonos a nuestro destino. Y el cielo se oscureció un poco a causa del invierno, y porque ya eran las 7 de la tarde. Al llegar al pueblo, las luces de las calles estaban encendidas y había varias personas caminando cerca de las tiendas y puestos de comida.

Hongjoong miraba todo a través de la ventana. Sé que sus ojos se iluminaban incluso por la luz de los postes, su sonrisa era incluso más grande y luego se giraba hacia mí para indicarme cualquier cosa que le parecía atractivo.

Nunca me arrepentiría de la decisión de amarlo.

Jamás me arrepentiría de él.

Y lo podía confirmar todas las veces que lo miraba a los ojos, la manera en que inconscientemente una sonrisa se dibujaba en mí ante solo la idea de saber que él estaba ahí, que Hongjoong era mi novio, que podía abrazarlo, besarlo y tocarlo. Porque podía construir junto a él lo que siempre quise.

—Seonghwa —dijo Hongjoong. Incluso escuchar su voz me hacía feliz.

—¿Mmmh? —le respondí, el tráfico avanzaba lento, y era porque había muchos autos delante de nosotros.

—Bajemos —me miró—. Hay una feria, vamos.

—Debe ser de las tarde—noche —mencioné—. Son ferias donde venden verduras y cosas así, en Seúl también lo hacen.

—No lo sabía.

—Es que no lo hacen por donde vivimos —él miró nuevamente, a través de la ventana—. Lo hacen como en los suburbios.

—¿De verdad?

—Sí, en la compañía teníamos un cliente que trabajaba allí.

El tráfico era lento, quizás personas aledañas al pueblo aprovechaban de hacer sus compras. En sí, estas ferias siempre traían productos baratos, así que suponía que era por eso por lo que había tantas personas.

—Seonghwa —volvió a decir Hongjoong—. Bajemos, quiero algodón de azúcar.

—Está bien —le dije, sonriendo de medio lado.

Luego de un rato, me pude estacionar y salimos a mirar la feria. Tomados de las manos, caminamos por el perímetro, no muy lejos para no perdernos. Hongjoong se compró un algodón de azúcar y nos sentamos en unas bancas de un parque que allí había cerca. Había muchos adultos mayores comprando, al igual que turistas.

—La vista es linda —dijo Hongjoong. Mirando hacia el frente, donde estaba todo iluminado por las luces de cada puesto, por las personas pasar y por la música tenue que había.

Sus ojos eran iluminados por las luces, el algodón de azúcar se derretía en su boca y lamia sus labios cuando eso ocurría. Luego se reía de algo que pasaba al frente, de los niños que corrían y los regañaban sus padres, pero eso no era nada comparado a la manera en que sus mejillas se abultaban, porque se veían suaves, porque incluso su piel se veía hermosa ante la iluminación de la luna y las luces artificiales de la calle. Porque él se giró a mirarme y me atrapó observándolo. Entonces sí, él tenía razón, la vista era muy linda.

Más que eso, era hermosa.

—Quiero caminar —dijo Hongjoong, levantándose. Yo lo imité y me aseguré de tomar su mano. Sus dedos se entrelazaron en los míos y mi corazón se aceleró. Podrían pasar muchos años, y yo aún seguiré sintiéndome como la primera vez cuando tomé su mano. De eso estaba seguro.

Caminamos a través de la feria y subimos una pequeña colina hasta llegar un lugar donde se veía casi todo el pueblo desde allí. Ya estaba de noche, así que solo se veía las luces y las personas caminar por las calles iluminadas.

midnight mess | seongjoongWhere stories live. Discover now