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Hongjoong.

Aquel día era el cumpleaños de Daehyun. Donde mi hijo cumpliría dos años, y en los que yo no estaba con él. Por una parte, me hacía sentir mal, porque quería celebrar sus dos años a su lado. Pero, por otro lado, entendía que quizás no eran tan importante al hecho que él en un futuro no lo recordaría. Aunque, para mí, cada uno de sus cumpleaños eran importantes.

Ni siquiera podía hacer una videollamada, porque, en primer lugar, estaba muy ocupado estudiando para un examen, y en segundo, nuestros horarios no coincidían, por lo que Seonghwa y mis padres me mandaban fotos de mi bebé.

Daehyun ya tenía dos años. El tiempo avanzaba muy rápido.

—También comió pastel y bastante fruta —dijo Seonghwa, a través del teléfono—. Dae estaba feliz tratando de abrir sus regalos.

—Me hubiera gustado estar ahí —murmuré, abultando los labios en un puchero—. Oye, ¿por qué se escucha como si estuvieras en una caja?

—Ah, estoy en altavoz. Voy manejando.

—¿Manejando? ¿Ya tienes un auto?

—Sí, lo compré hace poco —hubo un momento de silencio—. ¿Qué tal todo allá?

—Bien, estoy haciendo un informe ahora.

—¿Y de qué? —apreté los labios. Seonghwa pocas veces me preguntaba por cosas así, aunque él siempre se vio interesado por las cosas que me gustaban, siempre me escuchó hablar de arte, de pinturas, de los artistas, de sus historias y lo que querían trasmitir cuando éramos unos adolescentes. Él nunca hizo que me callara, pero sentía que solo lo hacia por cortesía. Nunca me sentí realmente escuchado en ese sentido. No hasta entrar a la Academia allá en Corea o estar en la de aquí.

Era cómodo estar en mi zona de confort.

—Es sobre un análisis de la obra de un hombre que solo pintaba gatos —solté una risa nasal, mirando mis apuntes y las obras de Louis Wain.

—Le gustaban los gatos.

—Bueno, más que eso, se creía que desarrolló esquizofrenia después.

—Oh, vaya.

—¿Y qué tal tú? —bebí un poco de agua y suspiré, eran recién las nueve de la noche, allá ya debía ser de mañana.

—Voy al trabajo, el trafico está colapsado —me reí, me sentí aliviado de no tener esos problemas cuando iba a la universidad.

Las mañanas eran horribles para mí, sobre todo cuando iba a la universidad y a la sala de clases de una carrera que no me gustaba. Era todo muy diferentes ahora que estaba en otra carrera y en intercambio de la misma.

Aunque, era inevitable sentirme solo, porque al final del día, volvía a mi habitación, estudiaba un poco, comía algo y veía alguna serie en mi celular o escuchaba música. Entonces, de esa manera, trababa de concentrarme en eso y no pensar en que extrañaba a todos en mi país, aún si así era.

Solo cuatro meses más y estaba de vuelta.

Un día viernes, después de la última clase, fui con Mateo y Vincent a comer a las afueras del campus, habíamos entregado un trabajo que nos había dejado agotados, por lo que pensamos que seria buena idea alejarnos de todo lo que tuviera que ver con la institución. Así que fuimos a una cadena de comida rápida.

—Aquí esta bien —mencioné, dejando mi bandeja de comida en la mesa y me senté en el sillón, no estaba tan acolchado, pero era el único libre de todo el local.

—Oh, que bien que terminó esa pesadilla —dijo Mateo, llevándose una papa frita a la boca. Vincent y yo asentimos. Era reconfortante poder sentir un peso menos de encima, sobre todo si era algo académico.

midnight mess | seongjoongWhere stories live. Discover now