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Hongjoong.

La última semana de abril fue la exposición de fotografía, donde George había participado. El campus estaba repleto de alumnos y profesores, incluso el buen clima se había hecho presente, porque ya se sentía un poco caluroso, las flores estaban pronto a florecer y el césped era cada vez más brillante.

—Así que ese eres tú —dijo Vincent, mirando hacia la fotografía, impresa en grande que reposaba en un caballete—. ¿Y cuando la sacaron? La luz se ve genial.

—Hace cuatro días —murmuré, con las mejillas rojas, porque después de eso, era algo que solo nosotros dos sabíamos.

—¡¿Cuadro días?! Casi se le olvida —se rio Mateo, yo evité mirarlo porque sabía qué diría—. Tienes muy ocupado al gringo.

Vincent soltó una risa nasal, y era ocurrente que fuera así desde que Mateo me vio besarme con George en las escaleras, ya que cuando salimos de clase me preguntó que ocurría y no supe que decirle con afirmación, porque era algo que estaba pasando luego de tantos años y era como si hubiera olvidado como se sentía, pero lo estaba volviendo a descubrir.

Después de eso no dijo nada más, hasta que Vincent me preguntó un día porque siempre me veía cerca de George. Ya era algo que dudaban, y se convirtió en algo que ellos dos ya sabían. Sin embargo, nunca me dijeron algo malo, quizás les gustaba molestarme más con el asunto porque era que hacia sentirme, de alguna manera, tímido.

Y miré nuevamente la fotografía. Y era verdad, la luz del sol hacia un efecto genial. Y en ella se veía la cicatriz que está cerca de mi ombligo, con una cinta traslucida pegó unas flores en ella y algunas alrededor, incluso se veía un poco de la cicatriz de mi cesaría. Y, cuando fueron las cinco de la tarde, tomó la fotografía, con el sol entrando como si hiciera un barrido. Después de eso, las flores ya no estaban pegadas a mi cuerpo, las cintas se habían despegado por el calor y ni siquiera supe donde habían quedado.

Pero ya no importa porque estaba yo ahí, en una exposición, aunque muchos no lo supieran. Y que había sido el resultado de algo íntimo.

Sin embargo, George había obtenido el segundo lugar. Pero, al parecer, no lo había desanimado y con una gran sonrisa me mostró una medalla desde lejos. Yo alcé mis pulgares en forma de apoyo y la conexión del momento simplemente pareció fluir.

Podría acostumbrarme a él.

Después de la exposición, compramos Burger King y fuimos a mi dormitorio. El sol ya había salido por completo y, ya para esa época, comenzó a ser más cálido. Y era agradable como los rayos del sol entraban por mi ventana, iluminaba todo el dormitorio y el rostro de George.

—De niño no podía comer estas cosas —dijo él dándole una mordida a su hamburguesa.

—¿Por qué?

—Mi madre es una mujer... orgánica. Eran muy pocas las veces que comíamos algo así, y generalmente era porque mi padre nos traía. Mis hermanos eran los más felices.

—¿Los extrañas? —él me miró, y pareció pensarlo—. Claro que sí, pero ya estoy haciendo mi propio camino. Además, los puedo ir a ver cuando quiera, pero tú...

—Queda poco para que regrese —murmuré—. Esto será como si hubiera vivido un sueño —solté una risa nasal—. Pero extraño a mis padres, mis amigos y mi hijo.

—Lo entiendo. Bueno, no de ese modo, no tengo hijos, pero... puedo entenderlo, sí.

Él era adorable y me agradaba, solamente lo miré cuando mordí mi hamburguesa, y me acomodé mejor. El suelo no era lo mejor para sentarse, pero era lo único que nos podíamos permitir para estar cerca el uno del otro.

midnight mess | seongjoongWhere stories live. Discover now