Capítulo XI

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La conversación queda apartada de nuevo en el momento que sus labios se vuelven a juntar desesperados buscando placer en cada beso directo que se están dando. Se acarician los labios con suavidad, pero sin perder la intensidad de morderse y chuparse como si fueran una fruta a la que le tienen que sacar todo el jugo.

Cuando se separan, juntan sus narices y, con los ojos cerrados respiran en la cara del contrario intentando tranquilizar sus respiraciones a la vez que sus corazones siguen acelerados y los intentan acompasar a la par.

Sonríen, no pueden evitarlo cuando sus miradas se encuentran.

–¿Decías que en la tercera cita no vamos a follar, verdad?

–¡¡Agoney!! – lo regaña, empujándolo por el hombro derecho.

–Raoul, estamos en la segunda y mira cómo estoy. – Adelanta su pelvis hasta pegarla a la contraria.

Raoul ahoga un gemido cuando siente lo duro que está el chico al que acaba de besar. Gemido que es cortado por el dedo pulgar de Agoney que está acariciando el labio inferior de un lado a otro, mientras ve como los ojos color miel se vuelven brillantes y deseosos de querer más, pero tiene claro que si el chico no quiere llegar a más, él no va a forzarlo ni a intentar nada.

Algo que vivió en su propia piel y no soporta absolutamente nada Agoney, es que diga que no quiere hacer algo y, porque la otra parte le insistía una, otra y otra vez acababa haciéndolo cuando él no quería. Así que eso no es lo que va a hacer con Raoul, sabe que se pasa mal y si no se hace porque se quiere, no se disfruta y otra cosa no, pero él quiere disfrutar del cuerpo que tiene acorralado contra la pared despacio y sin dejarse un hueco que descubrir, al igual que quiere y desea que Raoul disfrute.

Retira el dedo de los labios para agarrarlo de la cadera con las dos manos y estampar sus labios en los contrarios de nuevo, pero esta vez sin opción a juego, sin lenguas, sin saliva, sin que ambos solo puedan sentir.

En el momento que los labios de Agoney atraparon los suyos en cuanto abrió la puerta, supo que quería sentir. Y eso es lo que sigue queriendo ahora mismo, Raoul quiere sentirlo a él. Así es como se atreve a elevar sus manos hasta situarlas en la nuca y sin hacer mucha presión, mostrar que quiere eso.

Agoney separa su boca de la contraria, moja con su lengua el labio inferior gordito que tiene y que le vuelve loco. Este separa los labios un poco, lo justo para que la lengua traspase un poco más hacia dentro de la boca de Raoul, además esta vez unen más sus cuerpos.

Las respiraciones de ambos vuelven a ser irregulares, las manos comienzan a moverse por los cuerpos contrarios. No saben que tocar, que no tocar, se sienten como principiantes el uno con el otro.

–Vamos a parar. – Dice Agoney separando su boca, su cara, su cuerpo y mirándolo a la vez que apoya las manos en la pared que tiene Raoul detrás. –No voy a poder seguir así, no quiero conformarme con solo besos. – Lleva su dedo índice a los labios de Raoul para no dejarle hablar. –Será mejor que me vaya antes de cometer una locura y volver a la casilla de salida.

–Si te digo que quiero que cometas locuras pero me da miedo, ¿me entiendes? – Agoney asiente con la cabeza. –Pues eso es lo que pasa por mi mente ahora mismo. No quiero que dejes de besarme, de acariciarme, no quiero que te vayas. Quédate esta noche conmigo, por favor.

Agoney acerca su cara y le deja un suave beso en los labios.

–Solo dormir. – Afirma Agoney, más para sí mismo que para Raoul.

–Solo dormir.

Esta vez es la cara del joven empresario la que se acerca a la contraria para morderle el labio inferior y tirar de él suavemente hasta que lo suelta.

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