Capítulo V

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Agoney está hablando con los amigos y riéndose con ellos, recordando momentos de cuando iban al instituto o cuando salían por ahí de fiesta, pero él tiene la cabeza en otro sitio, aunque más que en otro sitio, la tiene en otra persona. Y es que no puede parar de pensar en Raoul.

Se evade un poco del grupo cuando empiezan hablar de las aventuras de la universidad, a la que él no fue y piensa que ese chico que le tiene un poco loco lo conoció hace 3 años en Tenerife sin querer. Ese mismo día se lo volvió a encontrar, al día siguiente otra vez. "¿Existirán las casualidades?" Piensa Agoney mientras bebe una copa de vino blanco que le dieron.

Por aquel entonces aunque tuviera 23 años era un loco de la vida. Buscaba disfrutar, vivir y crear recuerdos y momentos de los que pudiera disfrutar más adelante, pero ahora con 26 años, quiere seguir haciendo todo eso, pero el problema es que ya no lo quiere hacer solo, quiero un compañero de viaje, quiere un amigo con el que compartir momentos, pero sobre todo quiere un amor. Un amor con el que funcione todo lo demás, y no sabe si serán las ganas, los años pasados, pero cada vez que tiene cerca a Raoul, le entra un cosquilleo en el estómago, que le hace ser impulsivo, ir a por todas sin pensar en las consecuencias, sin saber si en este caso a Raoul tantas indirectas/directas igual no le sientan bien.

—¡Ey, Ago! — Llama su atención uno de los chicos con los que se encuentra.

—Perdona, estaba en mi mundo. — Se disculpa. —Dime, ¿qué pasó?

—Decía que nos toca en la misma mesa. — Vuelve a hablar Alberto, uno de los amigos de Tenerife. Más amigo de Rubén que de él.

—Genial — contesta aparentando ilusión.

—Sí, como en los viejos tiempos en las cenas de amigos. — Habla Diego.

—¿Me disculpáis un momento?

Y antes de que les dé tiempo a responderle, se gira y, sabiendo dónde está Raoul y las chicas, se dirige hacia allí.

Piensa seriamente en todo lo que le pasó por la cabeza y, aunque está en la boda de su amigo y quiere pasárselo bien, tiene una lucha interna de seguir picando a Raoul o dejarlo estar.

—Hombre, por fin te dignas a aparecer — le reclama Belén con un tono gracioso.

—¿Tanto me echabas de menos?

—Claro, verte a ti siempre es un lujo.

—Belén, ¿recuerdas que soy gay? — Se acerca por detrás para abrazarla.

—Sí...

—Pues amiga, date cuenta, cariño — Le corta Lucia. —No tienes nada que hacer. — Se ríe.

—Envidia cochina que tienes de que me esté abrazando a mí y no a ti. — Le saca la lengua cuando acaba de hablar.

—Tengo abrazos para todas — no puede evitar mirar a Raoul, que lo pilla mirándolo a él. —Pero vengo a deciros que no como con vosotros.

—¿Por qué? — Es Raoul el primero que responde sorprendido.

—Me pusieron con mis amigos de Tenerife — contesta con las manos encima de los hombros de Belén.

—Pues no me parece — dice Almudena.

Agoney se ríe porque estás chicas que apenas conoce de un día, le sacan siempre una sonrisa.

—Nos vemos luego ¿Vale?

—Claro, eso no lo dudes — le contesta Lucía.

Agoney vuelve a rodear la mesa y se va, bajo la conversación que estaban teniendo seguramente antes de que él llegara.

Con EscalasWhere stories live. Discover now