Capítulo XXI - Final

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El viaje en coche hasta el apartamento del tinerfeño se hace ameno entre conversaciones, música y bromas entre ellos. Agoney va conduciendo pero, sin poder evitarlo, desvía la mirada a su copiloto. A ese chico que tiene el cabello como la tonalidad de la arena iluminada por el sol y, que cada vez que lo pilla, convierten sus miradas en latidos.

Dos chicos que el destino quiso que se encontraran una y otra vez. Haciendo escalas, hasta que sus vidas estuvieron preparadas para entrar uno en la vida del otro. Y es que se dieron cuenta que la vida puede ser muy caprichosa cuando quiere. Tanto Raoul como Agoney están viviendo algo nuevo, distinto para cada uno y para los dos como pareja.

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Cuando Raoul atraviesa el piso de Agoney, lo hace con inquietud y con nervios. Esa sensación de echar a correr sin mirar atrás o esa sensación de que está cometiendo una locura, se le instaló en la boca del estómago en el momento que puso un pie fuera del coche.

−Estás en tu casa, Raoul. − Le habla con un tono de felicidad.

−No es mi casa, Agoney. − Dice después de pensarlo unos segundos. −Y estoy seguro de que no debería de estar aquí.

−¿Por qué? Eres mi...

−Soy tu novio, sí. − Dice levantando la mirada hacía Agoney. −Pero esta es tu vida y creo que estamos yendo demasiado rápido si me vengo a instalar aquí.

−Mira, Raoul − quiere hablar con él. Así que dejando las maletas en el salón, lo guía hasta el sofá, sentándose uno frente al otro. −Estoy convencido de querer esto contigo. Que yo sepa, no hay tiempos marcados de cuánto tiempo tiene que llevar una pareja saliendo, hasta que puedan ir a vivir juntos. − Agoney acaricia las manos de Raoul, mientras este lo mira pensando que tiene razón, pero algo dentro de él, cree que no es así. −Estoy muy seguro de mis sentimientos hacía a ti y de querer mi vida contigo. Solo necesito que estés un poco convencido de querer lo mismo para intentarlo.

−Quiero - responde Raoul. −Pero si esto de vivir juntos no funciona, me voy antes de que lleguemos a odiarnos, ¿vale?

−Me parece bien. ¿Ahora me besas?

Justo cuando Raoul iba a responder, los labios de Agoney impactan contra los suyos entrando en un baile que con los ojos cerrados saben de memoria.

»Entonces, ¿colocamos tus cosas?

−Sí.

Agoney le hace hueco entre sus cosas y mientras deja a Raoul sacando la ropa de la maleta y que vaya ordenándola, él se va a poner la mesa para la cena. Así es que cuando aparece Erick por la puerta de casa, Raoul lo mira y sonríe.

−¿Instalándote? − Le dice después de saludarse con un abrazo y dos besos.

−Sí. Haciendo lo que se puede más bien − Mira a su alrededor.

−No se lo tengas en cuenta. Es un poco desastre, pero es buena persona.

Ambos se ríen porque Raoul sabe que Erick no miente cuando dice que es un desastre, ni tampoco cuando dice que es buena persona. No resulta tan dispar encontrarse a personas así por el mundo. Raoul solo espera y desea que la convivencia con él sea buena.

−¿Una cerveza antes de cenar? − Pregunta Agoney saliendo de la cocina y habiendo puesto el horno a calentar. −Creo que todavía es pronto para sentarse.

−Por mí, genial. Gracias. − Le responde Erick cogiendo el botellín que le entrega.

−Raoul, ¿tú quieres?

−Claro, gracias.

Aunque están a mediados de noviembre, se desplazan hasta la pequeña terraza que hay en el salón.

Con EscalasWhere stories live. Discover now