Capítulo XXII - Epílogo

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Unos años más tarde.

Mi amor, tengo que reconocer que no confíe en ti de primeras. Siempre fuiste conmigo muy directo y me ponías nervioso. Sabes muy bien que conmigo nunca habían sido como lo fuiste tú. Me ayudaste a avanzar, espantaste mis miedos con tan solo un soplido y ahora, aquí delante de todo el mundo que nos quiere, puedo decir que eres el amor de mi vida.

Quiero darte las gracias por todo lo que has hecho por mí, por no cansarte de mis inseguridades. Por quererme y amarme.

Con este compromiso no te quiero más, ni menos. No te voy a demostrar nada que no hayas visto ya en mí, pero es un paso que siempre quise dar como muestra de un futuro juntos. Gracias por elegirme.

Siempre tuyo.

Cuando Raoul acaba de leer los votos matrimoniales, levanta la cabeza y ve los ojos de Agoney brillantes diciéndole mil cosas sin pronunciar ni una palabra.

Decía Bécquer que "quien puede hablar con la mirada puede incluso besar con los ojos".

Raoul nota como le tiembla el labio inferior y, antes de bajar la vista y evitar que su futuro marido le vea llorar por las palabras que le acaba de dedicar, le ve vocalizar un "te quiero" que le hace emocionarse.

Agoney minutos atrás ya había hecho sus votos nupciales haciendo referencia a la sincronía visual que tuvieron desde el primer momento que se vieron en las puertas de ese avión, años atrás. De cómo esa sincronía se transformó en gestos visuales y microgestos que se fueron mimetizando el uno con el otro. De ahí que la gente que los conoce les diga qué hacen los mismos gestos y se comportan casi igual ante las mismas circunstancias. Dio gracias al universo por poner a Raoul en su camino una y otra vez, por dejarle hacer escalas en él hasta llegar a esa conexión que crearon y los ha transportado hasta aquí. Acabó diciendo que nunca había pensado formar una familia, pero que con él lo quiere todo.

Ambos votos fueron muy bonitos. Los invitados que estaban con ellos se emocionaron con cada palabra y cada mirada que se dedicaron.

Y es que ver a esta pareja darse el "sí, quiero" fue algo que estaban esperando y no pensaban que algún día llegaría.

–¿Ya puedo? – Dice el menor a su abuela.

–Sí, cariño, ya puedes.

Thiago, el hijo pequeño de Raoul y Agoney, corre hacia ellos.

–Papááá. Papiiii – les llama a los dos.

Cuando Raoul lo coge en brazos, da una vuelta sobre sí mismo haciendo que el niño grite de alegría.

–Mi niño – Papi le deja un beso en la mejilla mientras lo acomoda en su cadera. –¿Todo bien?

–Sí. Tata lloró cuando hablaste y yo la abracé así de fuerte. – Thiago abraza a Raoul por el cuello con toda la fuerza que tiene.

–Muy bien, campeón. –Responde esta vez Papá que llega junto a su marido y su hijo a quién le da un beso y le revuelve el pelo.

–Ay, Ago, no lo despeines. – Habla Raoul pasándole la mano por el cabello moreno.

–Ya está tu padre poniéndote elegante como un pincel. – Dice Agoney abrazando a su marido por la espalda.

–Perdona que quiera que mi hijo vaya guapo.

–El más guapo, cariño, sí.

–Tengo hambre – Habla Thiago captando la atención de sus padres.

–Corre con la abuela, que vamos ahora nosotros. – Lo baja del cuello y el niño echa a correr hasta dónde está la madre de Raoul.

Una vez acabada la ceremonia civil, se van a hacer unas fotos ellos solos a los jardines que rodeaban el restaurante elegido para el convite. Agoney iba entero de blanco y Raoul de negro. Son el Yin - Yang perfecto.

Con EscalasWhere stories live. Discover now