Capítulo IV

83 16 0
                                    

No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero cuando desperté, estaba recostado boca abajo sobre mi cama.

Intenté moverme, pero eso me causó dolor, y mi quejido pareció despertar a la señorita Emily y la bestia que la acompañaba.

Ambos estaban sentados junto a la cama y apoyándose entre ellos para descansar.

—Tranquilo, trata de no moverte para que tus heridas no vuelvan a abrirse —dijo con voz somnolienta —. Cambiaré los vendajes. Iré por más medicina.

Luego de irse, noté que la bestia no dejaba de mirarme en silencio. Era algo incómodo e intimidante. Pero tan pronto como habló, todo se volvió un poco más ameno.

Solo un poco. Su tamaño, a pesar de no parecer más alto que yo, intimidaba.

—¿Tu amo hizo esto? —preguntó.

—Sí.

—Debiste pasarla muy mal en ese lugar.

—Desde que tengo uso de razón. Pero se volvió un infierno hace catorce años.

—¿Cuando tu madre murió? —lo miré confundido.

—¿Cómo...?

—No dejabas de decir "Danna" ni "mamá" hasta que te desmayaste completamente.

—¿Cuánto...?

—Como seis horas.

—Entiendo. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —no sé porqué pregunté eso.

—Diez años. Soy de los primeros que trajo a vivir a este lugar —comenzó a mirarme con extrañeza —¿Qué hacías hace doce años? —pensé un momento.

Fue raro el que fuera tan específico.

—Mi amo me obligaba a ir a las peleas. Creía que por ser un lobo se me haría más fácil vencer a mi oponente.

—Ya veo. Ahora te recuerdo —lo miré asombrado —. Antes de que Emily me trajera aquí, mis amos me hacían pelear con otras bestias por dinero. No eran unas personas muy adineradas, por lo que me exigían demasiado. Me hacían entrenar desde la mañana hasta el atardecer. Veía a toda clase de bestias, pero nunca había visto a un lobo. Por eso te me hacias familiar.

—Ya veo —lo recordaba vagamente, pero ya que me lo mencionaba, sí era él.

Supuse que era él. Realmente esperaba olvidarme de todas esas bestias que me dieron un paliza hasta que el amo decidió dejar de hacerme pelear.

—Creí que me darías pelea pero... —rio amargamente.

—Me diste una buena paliza en la jaula en los primeros diez minutos.

—Lamento eso. Debió ser horrible cuando regresaron a casa.

—La paliza que me diste dolió menos —era la verdad.

—Tenía que ganar. No para ayudarlos a ganar dinero. Tenía que ganar para no ser castigado en casa.

—Como todos —reí por lo bajo —. Descuida, realmente no guardo rencor hacia nadie.

—Me llamo Thomas.

—Rex —ambos estrechamos nuestra mano. Lo hice como pude. Me sentía muy débil.

—Ya estoy aquí —sonrió al vernos darnos la mano —. Veo que ya se están conociendo.

—Bueno, nos conocimos hace varios años —dijo Thomas.

—Al menos se conocen de algún lado —sentí que colocaba algo en mi espalda —. Thomas, si quieres puedes retirarte. Yo me haré cargo.

—Está bien. Nos vemos más tarde, Rex.

La Casa De Las Bestias حيث تعيش القصص. اكتشف الآن